Revista Opinión

La política de la Neurociencia: del gobierno de la mente al del cerebro

Publicado el 28 abril 2015 por Alfonso Bárcena @razonable_a_72
La política de la Neurociencia: del gobierno de la mente al del cerebro
El poder actual es Biopolítico y mira sobre la vida. Pretende colonizar y gestionar la vida de la población en su totalidad. Su objetivo es orientar la vida hacia la producción, responsabilizándonos personalmente por todo lo que nos ocurre si no tenemos éxito. Lo que le interesa es tratar de responder a la pregunta de ¿cómo hacer con las personas para que sean productivas?.
Las políticas tratan de normalizar la población mediante la gestión demográfica, de salud, de trabajo o de las emociones. Ser normal significa adaptarse. El poder ya no es represivo, sino que tiene una parte seductora. La ideología propia de la Biopolítica es el Neoliberalismo, donde cada uno debe debe responsabilizarse de sí mismo, en una vida entendida como una empresa personal. Ofrece una vida de responsabilidad propia individual con posibles grandes recompensas, sin responsabilidades más allá de uno mismo.
Hace individuos competentes para que sean productivos (mediante la ahora en boga educación por competencias) y capaces de autorregularse en la consecución de sus objetivos productivos de éxito, sin necesidad ya de represión o control externo y eliminando el riesgo de rechazo o contestación. Se produce una subsunción total de la vida en capital y se individualiza el riesgo: si se fracasa en culpa exclusivamente de uno mismo y entra en juego entonces la medicalización como forma de solucionar la situación.
Siguiendo al filósofo Michel Foucault, en la perspectiva histórica del gobierno de las poblaciones hemos evolucionado desde un:
  • Gobiernos de las almas: con el poder pastoral que se preocupaba por la salvación. Comenzaba la subjetividad. Era un poder sobre las conciencias.
  • Gobierno de las mentes: era un discurso de carácter psicológico que se basaba en una normalización ideológica de las motivaciones de la persona y sus emociones hacia los objetivos de producción predeterminados. Se abandona el concepto de alma para adaptarse al concepto de mente del lenguaje psicológico. No era un discurso estrictamente científico
  • Gobierno del cerebro: entramos ahora en la medicalización de la sociedad mediante la biomedicina y la manipulación genética. El control de la vida se hace total con un discurso cientifista de medicación en caso de que alguien se salga de la normalidad (antidepresivos, tratamiento del TDAH en niños hiperactivos,...).
La neurociencia aparece como la nueva disciplina puntera en sus diversas variantes (neuromarketing, neuroeconomía,...). No se presenta como una ciencia determinista de control del cerebro, sino como la posibilidad de ser más libres y de conocer nuestras potencialidades y predisposicones. Parte de la base de la identificación entre mente y cerebro, donde cada pensamiento es una conexión neuronal y por tanto las causas de los trastornos son moleculares, y el remedio es farmacológico. Nuestra identidad queda reducida a mero cerebro. Si estamos tristes, apáticos, no tenemos éxito y no somos felices o no rendimos lo suficiente,  la solución no es personal ni relacional o social, sino que es medicarnos y tomar pastillas, inaugurando la nueva sociedad terapéutica en la que ahora vivimos.
El control de la político en la neurociencia se basa en la despolitización y la negación del conflicto: al reducir todo a un cerebro cuyos comportamientos pueden ser tratados por psicofármacos. La neurociencia vuelve a la reificación o cosificación: trata a las personas como si fueran cosas, nos saca de nuestra subjetividad y nos considera un objeto de estudio más, describiendo a las personas a partir de categorías previas.
El último paso en este proceso de poder biopolítico lo hemos dado inconscientemente nosotros mismos con la autoreificación: uno mismo se considera como objeto de estudio. Hacemos de nosotros un objeto a vender en los mercados, como el de trabajo. Hay que saberse vender a sí mismo en las entrevistas de trabajo, resultar un producto atractivo compitiendo frente a otros productos. Hemos renunciado a lo único que nos es propio: nuestra subjetividad en aras de no sabemos muy bien que si lo reflexionamos un poco. Ser conscientes de ello ya sería un primer paso para volver a ser lo que realmente somos: personas volubles con altos y bajos en busca de su propio sentido.
La política de la Neurociencia: del gobierno de la mente al del cerebro

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