Revista Opinión

La política de los privilegios y la derecha

Publicado el 06 mayo 2015 por Liberal

El pasado sábado hizo un calor impresionante en Valencia. Personalmente, me siento absolutamente revigorizado cuando hacen esos calores áridos, mediterráneos y con ese toque de humedad inexplicable. Cuando bajó un poco el sol, decidí salir a dar una vuelta por la zona más antigua de la capital del Turia porque siempre es muy importante tener perspectiva histórica y propósito en lo que hacemos. Siempre pregunta, siempre: ¿Por qué? Nunca aceptes nada como hecho. Siempre cuestiona todo, sé curioso. Como ya os dije en la entrada anterior, durante los últimos años, por motivos quizá inexplicables, he perfeccionado todos mis planteamientos anteriores y cada vez me resulta más evidente, y por suerte también a una creciente parte de la población mundial, que nos están engañando, que se burlan de nosotros y que definitivamente hay una élite interesada que debemos derrocar del poder por el bien de nuestras patrias.

He ido defendiendo en esta página la idea de que cuando hablamos de esa élite, es mejor entenderla como clase más que como sujetos que gozan de privilegios arbitrarios o incluso gente que cobra x cantidad al año. Dije que al centrar nuestra atención en cosas sin importancia (si alguien toma batidos orgánicos en el Mercat de Colón por ejemplo), nos distraemos de lo realmente importante: el poder real. No podemos dejar que aquí queden impunes. Obviamente, hay secciones de la clase trabajadora que están más fastidiadas y sin futuro que otras. Pero existe una tendencia de intentar convertir lo que debería ser una justa venganza contra los responsables de esta crisis, de esa élite que no llega casi ni al 1% de la población, en una epidemia de autocrítica o incluso complicidad y culpabilidad en la que “todos somos culpables” de lo que ocurre. ¿Quién no ha oído aquello de “hombre, vivimos muy bien, para qué nos vamos a quejar”? ¿O aquello de “bueno por lo menos tengo un empleo en España, que ya es algo”? Pues lo siento, pero RECHAZO CONTUNDEMENTE esos planteamientos tan absurdos. Que yo me tome un whisky caro en un bar NO me convierte en casta ni en un “privilegiado”. Que yo viva “bien” (de momento) NO significa NADA respecto a la élite real que nos oprime. No solo es eso falso, sino que además es política inútil si nuestro objetivo es la emancipación social de todos los seres humanos.

A diferencia de muchos lectores, yo me crié mamando ideas ultraconservadoras y derechistas. Cada vez que oía algo de la “derecha” en la radio, indudablemente lo tomaba como algo normal, pero nunca dejé de sentir (incluso en mis épocas más derechistas) cierto sentido de lo ridículo, de que algo exageraban, que algo ilógico era evidente. Me callaba principalmente porque me convenía ser de derechas por mi entorno social y posición en la vida. Pero siempre en la intimidad me burlaba de los excesos más evidentes. Recuerdo por ejemplo mis épocas de juventud cuando viajaba a Miami. En mi sentir mas profundo solía pensar, ¿cómo se puede ser tan estúpido? cuando veía a gente defendiendo ideas parecidas a lo que defiende la COPE o Intereconomía en España. Siempre albergaba cierto espíritu de rebeldía ante los fachas que decían cosas a mí tipo “Alfredo, hoy tienes prohibido salir y mucho menos con ese otro chico, que su padre es un corrupto”. A ciertas edades, lo único que te interesaba era que ese chico jugaba contigo al Nintendo. Poco importaba lo que hacía o dejara de hacer su padre. Yo era de los que hacía (y sigo siendo así) lo que me daba la gana independientemente de las posibles consecuencias disciplinarias o penales. Si quería algo, lo buscaba porque me sentía en posesión de un razonamiento que casi nunca me ha fallado. Esto lo cuento porque digo lo mismo ahora: me importa un pepino a quién esté yo ahora “desobedeciendo” porque hace tiempo opté por comprometerme con mi verdadero ser y condenar las cosas que veo injustas en mi país. “Los niños no beben café” me dijo una tutora hace años, cuando yo tenía 8 años. Acto seguido esperé a que fuera a sus “aposentos” y me serví el café igualmente, provocando un verdadero escándalo de su parte, a gritos.

Algunos ex-lectores fachas estarán ahora igualmente escandalizados. Pues no me importa lo más mínimo porque muchos de vosotros no sois valientes y solo opinais lo que siempre os han dicho vuestros padres. Tenéis una lealtad tribal a las ideas, pero no racional ni analítica. No os necesito. Durante mi etapa de infancia rebelde y quizá demasiado curiosa para mi propio bien, no tenía ni idea del mundo real. Pensaba que los derechistas probablemente tenían razón en algunas cosas, pero en lo demás se equivocaban. Al mismo tiempo, sí puede desarrollar un profundo sentido analítico y emocional de lo que mueve a un derechista típico. A muchos de nosotros nos gusta pensar que todos estos voceros libegales son tontos y que se han ganado sus audiencias porque hay “muchos racistas en el mundo”, o que hay “mucho reaccionario facha”. Por supuesto que en España, especialmente en la meseta profunda, hay un mercado para fachas y nostálgicos de Franco. No hay mas que ver a la Esperrancia Aguirre en Madrid para saber que hay mercado para esas ideas ridículas, rancias y estúpidas. Pero hay algo más. Hay una razón por la cual todas estas políticas libegales tienen tanto tirón mediático. Y es que, tienen una lógica consistente. Gran parte de sus ataques son el fruto de lo que ellos dicen son “privilegios” injustos protegidos por un “estado progre”. Ejemplos hay montones: “el estado es progre y protege a los inmigrantes contra los blancos”. “El estado solo se interesa por proteger a las mujeres”. “El estado solo ayuda a los parásitos pero nunca al trabajador honrado”. Durante décadas, el movimiento libegal-derechista se ha ido aprovechando del malestar de los movimientos de trabajadores para convertir a los asalariados en “anti-sindicatos” o contra “los funcionarios”. Ya conocéis la terrible retórica: “estos trabajadores del sindicato son tremendos. Gozan de privilegios como pensiones blindadas, solo trabajan de 9 a 2 de la tarde, no dan palo al agua entre tanto cafelito, cachondeo y vagos son vagos que no trabajan bien”. Son miembros de “los privilegiados”. ¿Cuantas horas han dedicado en Libertad Digital o EsRadio para hablar del trabajador sindicalizado que cobra un sueldo por “cambiar unos tornillos”? ¿O las aulas llenas de profesores con contratos indefinidos que no pueden ser despedidos “por culpa de los sindicatos”?

Cuando se forja el consenso libegal en Occidente de que todos los sindicatos son malos y toda subvención es terrible, sacaron además el tema de la inmigración para decir que los “inmigrantes no hacen mas que chupar de la teta del estado”. En USA, se han aprovechado aún más de esos argumentos: ¿Es una persona desesperadamente pobre que recibe Medicaid más “privilegiada” que el obrero que tiene que pagar cantidades obscenas en los seguros médicos privados? La derecha libegal diría que sí. A veces, incluso se atreven a convertir a la clase pobre estadounidense en otra clase “privilegiada”. ¿Cómo lo hacen? Pues les comparan a los pobres en otros países. “Los pobres en Occidente son unos privilegiados”, dicen, a ver, ¿no ves que tienes tele, móviles, neveras y ordenador? En Marruecos o Cuba, “no tienen esas cosas” así que ¿tan mala es la desigualdad entre ricos y pobres en USA o España?” ¿No es esto el mismo “argumento” que vemos en España constantemente? Recuerda que durante las manifestaciones anti-globalización y contra los recortes (manifestaciones en las cual la policía desató una brutal violencia contra los españoles trabajadores propia de una dictadura tercermundista) ese era uno de los “argumentos” principales: “Mira esos privilegiados pijos. Todos con sus móviles yendo a las manifestaciones. Mira como compran su café en el Starbucks y viven como reyes en casa de sus padres. Ni puto caso a esos sucios perroflautas pijoprogres!”

Y, cuando los artistas españoles o estadounidenses denuncian a la derecha que defiende la brutal desigualdad como hizo el valiente Matt Damon en USA, la derecha rápidamente toma la radio y la tele para recordarnos que estos artistas “son unos hipócritas privilegiados” (a pesar de que esos mismos artistas en ningún momento han defendido mantener esos supuestos “privilegios”). Pero ya sabemos que la derecha libegal es solo “patriota” de boca, su verdadera patria es la banca. Qué hijos de la gran puta son. Todos estos “argumentos” ignoran a los dirigentes de élite que gobiernan el mundo y nos centra la atención en todo menos el verdadero problema. Llevan décadas ya con esta estrategia y obviamente tenemos razones para creer que funciona para sus intereses.

¿Por qué demonios entonces seguimos pensando que está en nuestro interés defender a los privilegiados verdaderos? Esto es, no al pobre chaval que tiene un móvil comprado seguramente con el durísimo sacrificio de sus padres cobrando un sueldo bananero, sino en aquellos banqueros y élite financiera que ha destrozado al mundo? Tomemos conciencia del verdadero problema, de la verdadera élite, unamos fuerzas con los jóvenes del mundo que luchan por un mundo más justo y libre. De lo contrario, nuestra especie va de camino a la extinción para que el 1% siga viviendo de lujo y se siga burlando de nosotros. ¡NO PERMITAMOS ESO JAMÁS!


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