Revista Opinión

La portavoza y la perrita caliente

Publicado el 10 febrero 2018 por Vigilis @vigilis
Una de mis confesables aficiones es revolcarme en el barro de la actualidad inmediata, vanidosa y fugaz y tratar de extraer de ella alguna lección de eternidad, levantar alguna ciudadela, encontrar lo perenne. En otras palabras, separar el grano de la paja, fijarme en lo efímero para hallar lo eterno.
En este caso se trata de una mera anécdota: una diputada se inventa la palabra "portavoza" para forzar el lenguaje "inclusivo" feminizando la palabra "portavoz" al añadir la letra "a", letra que por alguna misteriosa razón dará de comer a las madres solteras y liberará a las esclavas sexuales de los yihadistas. Es una bobada, es una anécdota, pero es es una fotografía de esta época. O mejor que una fotografía es un fruto de nuestro tiempo que podemos exprimir para hallar los componentes químicamente puros que definen nuestro Zeitgeist.
La portavoza y la perrita caliente
¿Por dónde empezar a destripar esto? Tomemos la palabra "codorniz". La palabra "codorniz" es un sustantivo femenino (el español es un idioma en el que las palabras tienen género, es decir, se parte de una base, no se construye un nuevo idioma cada mes. Esto es importante porque hay gente que piensa que el mundo y la historia giran en torno a ella) que no se "feminiza" por añadirle una "a" al final. "Codorniza" no es "más femenino" que "codorniz". Es más, a las codornices de sexo masculino les seguimos realizando la flexión sustantiva en femenino.
En español hay muchas palabras que utilizan los dos géneros. Es común encontrar palabras terminadas en "o" cuya flexión femenina lo haga en "a". Pero esto ni siquiera llega a regla ortográfica (creo que no pasa de curiosidad estadística). Recordemos a la codorniz y tengamos claro que las palabras con aspecto de femeninas o con aspecto de masculinas no pertenecen a los mundos de la mujer y del hombre: son letras juntas que significan cosas. Los sortilegios no existen, las invocaciones no funcionan; época de oscuridad en la que toca forjar armas de plata y abastecerse de agua bendita para luchar contra la brujería. Estoy hasta el moño de ver magia en la vida diaria, cosa con cierta gravedad de por sí, gravedad que se torna máxima cuando la magia se introduce en la política, en el ámbito de la estructura que organiza la sociedad.
Como la izquierda política ya no habla de toneladas de acero ni de hacer casas porque lo primero es algo que piensan que hace de forma más eficiente el sector privado y lo segundo es algo que también defiende la derecha política en esta papilla ideológica que nos ha tocado vivir, ahora se dedica a defender los derechos humanos de la foca monje, las dietas hipocalóricas y cualquier pequeño rasgo de algún grupo de esquizofrénicos con visos de extenderlo al conjunto de la sociedad. Ahora la izquierda hace estas cosas y dentro de estas cosas está la tontería del lenguaje inclusivo: el control político del idioma es algo muy poderoso ya que el idioma es la herramienta básica del pensamiento y poder controlar el ámbito en el que se desarrolla el pensamiento de la población es poder controlar a la población misma. Ah, pero todo con una sonrisa y con Festivales Internacionales del Buen Rollo. Cuidado, no pises a ese mendigo mientras bailas danza zulú hipocalórica yogui.
El asunto, más allá de la anécdota que muestra el Zeitgeist, se vuelve más grave porque al poco tiempo vuelve a salir esta diputada no para echar pelillos a la mar sino para insistir en el tema: que si la Real Academia es facha por no modificar el lenguaje según los degenerados gustos de ella y de sus colegas tercermundistas, que si el machismo por aquí, que si la gente es ganado y hay que tratar como a vacas, que si la política es válida como excusa para hablar en público de forma incorrecta. Todo el paquete.
Esto hace la cosa más grave si cabe pues no solo no hay arrepentimiento sino insistencia y sinceridad. Básicamente la odalisca de Coleta Suprema nos dice a la cara que quieren cambiar el lenguaje. En cuanto lleguen a Moncloa tengo muy claro que tratarán de controlar políticamente el idioma. Otra cosa que se suma a la larga lista de razones por las que hay que aniquilar políticamente a los chavistas españoles.
De forma lateral a este tema no dejo de pensar que en la propia construcción de la palabra "portavoza" está lo de meter la letra "a". Disculpadme pero no dejo de darle vueltas. Es como si quisieran construir una nueva realidad pero partiendo de la base de lo que creen que es una regla ortográfica (no lo es). Me acuerdo cuando descubrí las palabras "doctora" y "jueza". Estas palabras fueron admitidas como correctas como el resto de palabras que va admitiendo la RAE debido a su uso extendido (luego está lo de "follamigo" que sigo pensando que es una coña interna de los académicos). Aquí también opera el "factor impaciencia" de los adanistas chavistas comunistas tercermundistas pijos. Me pregunto qué hubiera ocurrido si en lugar de incorporar "doctora" la RAE incorporara "doctriz" como flexión femenina de "doctor" o que ante la demanda de usar "jueza" respondiera recomendando el uso de "magistrada". Me falta una ucronía sobre ese mundo posible.
Mi naturaleza es tolerante y amiga de la paz (de una paz obtenida de la victoria, que es la única paz confiable), por ello no veo problema en que "la juez" sea correcto o "la abogado" para hablar de mujeres que desarrollan esas actividades. Igual que cuando decimos "el acróbata" y nos referimos a un señor bajito, calvo y con bigote que trabaja en el ministerio de Industria y que hace acrobacias. Yo no veo el problema. Tampoco veo cómo escuchar a una portavoz analfabeta hace nada por mejorar la igualdad entre sexos. El intolerante soy yo, claro. Y a mucha honra. Hay que volver a defender la intolerancia (digo "volver" porque durante siglos la intolerancia fue considerada virtuosa frente a la tolerancia que era considerada vicio signo de debilidad).
Pantomima Full - Luchadora contra academias

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