El crossfit impone. Y mucho. Seguro que no sois pocos los que os habéis planteado en más de una ocasión empezar a practicarlo y finalmente habéis descartado la idea por tener un bajo fondo físico. Pues bien, fuera miedos: para ser crossfitero no es necesario en forma.
Con el paso del tiempo, el crossfit se ha ganado fama de duro, exigente y casi que salvaje. Es por ello que muchas personas creen que antes de adentrarse en él hay que realizar un entrenamiento previo en el gimnasio, pero nada más lejos de la realidad: cada sesión es adaptable al estado físico de la persona que la realiza, ya sea este un deportista de treinta años o un abuelo con más de setenta. Esta adecuación se lleva a cabo con la ayuda de un coach o entrenador cualificado con los conocimientos necesarios para ello.
Una de las grandes virtudes del crossfit es precisamente esta, que cada entrenamiento puede ser modificado en función de quien lo lleve a cabo y en qué circunstancias lo realice. De esta manera, dos deportistas de niveles completamente diferentes pueden realizar juntos el mismo ejercicio, pero cada uno a su nivel.
Es posible que un principiante no aguante el ritmo en su primera sesión de crossfit, por acondicionada que esté a su nivel. Aun así, siempre que sepa frenar en el momento adecuado no habrá problema en que lo retome la siguiente. Con el tiempo irá ganando en resistencia y mejorará sus resultados.
Existen muchas razones por las que querer iniciarse en el universo crossfitero: los habrá quienes busquen ponerse en forma, quienes estén descontentos con su rutina de gimnasio y quienes simplemente quieran un cambio en su vida deportiva. Lo único importante para triunfar en esta disciplina es la motivación y, sobre todo, la constancia.
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