¿Sabéis lo que es la prevención cuaternaria? Seguro que muchos sí, pero por si acaso nos lo recuerdan C. Martínez González, I. Riaño Galán, M. Sánchez Jacob y J. González de Dios en un excelente artículo publicado en Anales de Pediatría (edición digital) con el subtítulo de La contención como imperativo ético
Dicen: La prevención cuaternaria nace… ante la necesidad de controlar la yatrogenia de la propia medicina. Su objetivo, según señala Marc Jamoulle, médico belga creador del concepto, es «identificar pacientes o población en riesgo de sobremedicalización, para protegerlos de intervenciones médicas invasivas y proponerles procedimientos o cuidados éticamente aceptables»
¿Vale?
O sea que conviene leerse el artículo si queremos entender el concepto, el fenómeno y participar en su ejecución. “Los pediatras conocemos los 3 niveles clásicos de prevención: la prevención primaria, dirigida a la población sana antes de que aparezca la enfermedad (p.ej., vacunas); la prevención secundaria, dirigida a detectar y tratar la enfermedad cuando aún no es sintomática (p.ej., infección tuberculosa latente), y la prevención terciaria, dirigida a enfermos, con el objetivo de prevenir las complicaciones de su enfermedad (p.ej., retinopatía en los diabéticos)”.
Que más vale prevenir que curar se conoce de antiguo pero, si lo miráis en la Internet, se le suele atribuir a Erasmo de Roterdam. No de forma tan sucinta pero sí en idea, ya figura en los Tratados Hipocráticos del siglo IV anterior a nuestra era.
¡Cómo no!, tenemos la obligación extendida de prevenir los efectos de las actuaciones, por más bienintencionadas que sean, de los médicos y las medicinas. De los fármacos y de las cirugías, de las dietas y de las cataplasmas… Y, sobre todo, de evitar las patologías inventadas con repugnante ánimo de lucro.
Hay que mantener los ojos abiertos, la mente limpia y la voluntad resuelta ante esos otros peligros que acechan a los niños y sus derechos.
X. Allué (Editor)