Durante los festejos que tuvieron lugar el 17 de diciembre de 1600 con motivo del enlace entre Enrique IV de Francia y su segunda esposa María de Médicis, una jovencita de apenas trece años encandiló a todos los presentes con su hermosa voz. Aquella niña iba acompañada por su propio padre, un compositor que había sido contratado para la ocasión. Eran una familia de artistas provenientes de Florencia. La pequeña, a la que los suyos llamaban cariñosamente Cecchina, se llamaba Francesca Caccini y pasaría a la historia como la primera compositora de óperas. Dotada de grandes dotes musicales, tocaba varios instrumentos y compuso muchas obras. Solamente una ópera ha llegado hasta nuestros días. Su memoria, fue también olvidada.
Francesca Caccini nació el 18 de septiembre de 1587 en Florencia. Su padre, Giulio Caccini, era cantante y compositor reconocido en la corte florentina de los Médici. Su madre, Lucía Gagnolanti también se dedicaba al canto. Francesca recibió una amplia educación humanista así como una extensa formación musical de manos de su propio padre. Fue en la boda de Enrique IV donde actuó por primera vez en público, encandilando de tal modo a la nueva pareja real que pidió a su padre que permanecieran en la corte francesa, a lo que se negaron las autoridades florentinas quienes reclamaron la vuelta de la familia Caccini junto a los Médici.

La intérprete de laúd | Orazio Gentileschi
Presumiblemente un retrato de Francesca Caccini
En febrero de 1625 estrenaba La liberazione di Ruggiero, considerada como la primera ópera compuesta por una mujer, y la única de las cinco que compuso Francesca que sobrevivió. La obra, compuesta en ocasión de la visita del príncipe Ladislao Segismundo a Italia, tuvo tanto éxito que se convertiría también en la primera ópera italiana en interpretarse fuera de las fronteras italianas, concretamente en Varsovia, en 1628.

