Revista En Femenino

La primera palabra

Por Y, Además, Mamá @yademasmama

Siempre creí que la primera palabra de mi pequeño nos pillaría de sorpresa, que la diría siendo muy chiquitín y que probablemente casi ni iba a enterarme. Me había hecho esa imagen en mi cabeza, una idea que, como tantas otras en mi maternidad, no se ha terminado pareciendo a la realidad.

Supongo que era la imagen que aparece en las películas y en las series de televisión y que a cualquiera, sin darse cuenta, se le mete en la cabeza: los padres despistados y el bebé gateando por ahí, solo como si nada, y de pronto señala algo (suele ser un muñeco o un balón) y dice su primera palabra. Alegría desbocada de sus padres, abrazos, besos y risas, que ya tenemos un parlanchín en casa.

La verdad es que ha sido mucho mejor. Se ha hecho de rogar, porque la primera palabra de nuestro chico ha llegado a los 22 meses. Se le esperaba, pero ya no con el ansia del principio, sino con la dejadez del que de tanto esperar desespera. Y por todo esto nos ha sabido a gloria.

primera palabra

Su primera palabra ha sido mamá. Un ma-má precioso, perfecto, redondo. Acompañado de unos ojos y una sonrisa que parecían darse cuenta de que el momento había llegado y de que lo que acababa de salir de su garganta era una proeza. Y lo es. Escuchar por primera vez la voz de tu hijo, casi nada. Una voz que jamás podría haber imaginado, tan bonita y tan suave, tan suya. Ya no puedo escucharle con otra.

 Un mamá a veces suave, a veces fuerte, pero siempre acompañado de una sonrisa y un abrazo. Y lo repite, le pido que lo repita para que no se le olvide. Una primera palabra que llegó en el momento oportuno, en un cambio de pañal en familia, mientras le hacíamos un masaje y carantoñas. Vino así, como si nada. Lo grabamos en vídeo para creernos que era real. Sí, ha dicho mamá, mira qué sonrisa tímida.

A los dos días, llegó otra sorpresa: papá. Su segunda palabra.

Dos palabras sencillas que han llenado el aire de nuestra casa desde hace casi una semana. Papá, mamá. Se vive mejor sabiendo que ya nos llama. Que pronto nombrará más cosas, que jugaremos a las adivinanzas y podrá contarme, por fin, cómo ha pasado el día.

Dos palabras han bastando para hacernos perder la cabeza.

 


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