Revista Opinión

La primera victoria

Publicado el 10 julio 2012 por Carmentxu

Empobrecer a la población, a aquella clase media que puebla las playas en verano, se come un helado, se compra unas chanclas y va de menú a algún restaurante razonable al borde de la arena, no es la solución: es el problema. Multiplicar por cero da como resultado cero. Y no lo digo yo, que soy de letras puras y no fui dotada con el don de la contabilidad, lo dicen los números, aunque como decía ayer el cuatro reivindicativo de El Roto en El País, ellos no son los culpables del mal uso y la violación sistemática de que son objeto día a día. Luego vienen los talibanes del déficit a sacrificarlos públicamente.

La primera victoria

Pinta y colorea para pasar de 1929 a 2012

Cuanto más pobres y más temerosos del futuro seamos, menos esperanza habrá. El espacio es el mismo, sólo hay que decidir con qué se llena. Los señores de la guerra (de cifras) han dejado atrás el tiempo de los globos sonda, esas conclusiones que se extraían de algún sesudo estudio de un dudoso y circunstancial equipo de expertos reunido para la ocasión. Los resultados, una vez publicados en papel, con el halo de credibilidad que da el olor a tinta, el rostro honesto o la voz creíble de un presentador (o presentadora), servían para sopesar la respuesta ciudadana, la reacción de las fuerzas sociales a tal o cual medida. Ahora no hay tiempo para caricias a la opinión pública: se ordena y manda a golpe de decreto, de consejo de ministros, de Eurogrupo, con nocturnidad y a puerta cerrada. El resultado es el desastre total, sin nada detrás que lo avale, con experiencias previas catastróficas como la de Grecia, zona cero, laboratorio de malas ideas donde la UE ha puesto en marcha todos los antídotos equivocados.

En algún momento del pasado, llegué a pensar que el objetivo primero era adelgazar lo público para, una vez hecho añicos, vender las piezas más suculentas a precio de ganga al mejor postor. Éste, agradecido eternamente, devolvería el favor en forma de retiro dorado al político amigo que le facilitó el pelotazo y los grandes y rápidos beneficios. Ahora ya empiezo a sospechar que el objetivo prioritario antes de que eso ocurra, es aniquilarnos primero con dudas, miedos, pánico individual y colectivo. Al jefe, al vecino que un día emigró, al compañero y, finalmente, a nosotros mismos con nuestras enfermedades y achaques, con el futuro de nuestros hijos y el presente de nuestros padres y abuelos. Una vez paralizados por el miedo, negados para el raciocinio, perderemos la capacidad de relacionar ráfagas y píldoras informativas aparentemente inconexas que lanza el poder como misiles y, por tanto, sacar conclusiones acertadas y moverse para recuperar nuestra vida. Esa será su primera victoria.


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