Continuamos con la celebración del aniversario del blog, y hoy tenemos de invitado a Néstor Company, uno de los blogueros que más admiro. Néstor es el atuor de El Cine de Hollywood, bitácora en la que escribe desde 2006 acerca de las últimas novedades cinematográficas. No sólo eso, sino que además consigue sumergirnos de lleno en los entresijos de la industria cinematográfica, dando lugar a interesantes debates entre los comentaristas, y además ha viajado en varias ocasiones a la Meca del cine, por lo que no debñeis perderos sus artículos dedicados a la fascinante historia de Hollywood. En el artículo de hoy no habla de un fenómeno bastante preocupante para los espectadores y que puede llevarnos a perder el factor sorpresa en la sala de cine. ¡Que lo disfrutéis!
La promoción de las películas, en la era de las redes sociales, ha cambiado totalmente los esquemas tradicionales. El tráiler del film sigue siendo una parte importante de la promoción pero ha perdido exclusividad. Actualmente, los grandes blockbusters tienen que venderse también a través de las diferentes redes sociales con una campaña de informaciones diseminadas en los meses previos e incluso mediante juegos que la audiencia de internet debe descifrar y que permiten el acceso a contenidos exclusivos y a novedades de última hora acerca de la película en cuestión. El marketing viral es ahora un elemento clave en la promoción de las grandes películas puesto que permite fidelizar a un importante sector del público muchos meses antes del estreno. Esto generará una grandísima afluencia los primeros fines de semana, con salas repletas de espectadores ávidos por presenciar algo que han seguido casi desde su gestación.
La industria cinematográfica está sacando partido de esta tendencia de marketing y es más que evidente que una buena parte de la recaudación en taquilla se ha labrado en los sitesde internet a lo largo de los meses e incluso años previos.
Pero esta tendencia inevitablemente favorable puede, en ocasiones, atentar contra el secretismo que siempre debe reinar en un rodaje para que los detalles más relevantes de su argumento no salgan a la luz antes de tiempo. En este sentido, es muy factible actualmente ver fotos del rodaje de una película desde el día 1. Y eso, en muchas ocasiones, puede romper la “inocencia” con la que el espectador debe llegar a la sala de proyección. Casi podríamos decir que, en ocasiones, estamos sobre-informados. Ese exceso puede llegar a ser peligroso para una película y ya estamos viendo cómo, desde los propios estudios, tienen que realizarse campañas de desinformación organizadas para intentar desvirtuar filtraciones que amenazan con romper las sorpresas argumentales que los guionistas, con su denodado esfuerzo, han incluido en sus libretos.
Durante el pasado año, se han vivido dos situaciones muy claras que explicitan, de forma diáfana, lo que he tratado de explicar en el inicio de este artículo. Dos de los grandes blockbusters del año, The Dark Knight Rises y Skyfall, son los protagonistas de las incidencias.
Empecemos con la épica conclusión de la saga que ha dirigido Christopher Nolan. El rodaje de The Dark Knight Rises fue absolutamente monitorizado desde su inicio en la India, durante el mes de mayo de 2011, y su finalización en las calles de Nueva York a finales de noviembre. Tras una fase de filmación importante en Inglaterra (quizá la mejor controlada a nivel de filtraciones), el equipo llegó a Pittsburgh en el mes de julio y, durante tres semanas, convirtió a la Steel City en la Gotham ocupada por los mercenarios de Bane.
Las filtraciones, interesadas o no, nos desvelaban que se estaba rodando una escena de masas en que la policía de Gotham y los mercenarios de la renacida Liga de las Sombras libraban una auténtica batalla campal ante las escaleras de un edificio gubernamental. Batman y Bane, liderando a los dos bandos, entablaban un combate cuerpo a cuerpo a plena luz del día. Existían videos de baja calidad que circulaban por internet mostrando gran parte de la secuencia desde un punto fijo. Se estaban revelando detalles importantes pero, en cualquier caso, no fue nada comparado con unas imágenes de Marion Cotillard, enfundada en un traje parecido al de los mercenarios, dirigiéndose hacia uno de los tumblers sustraídos a Bruce Wayne. La pose de la actriz era, indudablemente, de mando. Por lo que ya, en ese momento, se descubrió que los rumores que apuntaban hacia el hecho de que interpretaba a Thalia al Ghul, eran totalmente ciertos. A partir de entonces, asistimos a una campaña de negación de la verdad por parte de Warner Brothers, reafirmándose en que Cotillard interpretaba a una ejecutiva de Empresas Wayne llamada Miranda Tate. Las imágenes, según esta declaración oficial, estaban fuera de contexto y no debían tomarse como un indicio de que su personaje tuviera que ver con Thalia.
Hasta se llegó al punto de hacer que la propia actriz desmintiera nuevamente esos rumores de casting, en lo que suponía una mentira monumental que, tras el estreno del film, Cotillard reconoció que tuvo que asumir para mantener el suspense de aquellos seguidores más ingenuos. En resumen, una situación no pretendida que no perjudicó a la película pero que rompió una de las sorpresas más inquietantes de la cinta. Esa escena final entre ella, Batman y Bane, podría haber tenido más fuerza si se hubiera preservado la sorpresa.
El segundo caso reseñable ocurrió en Skyfall. Cuando en otoño de 2011 se anunció la contratación de Naomie Harris, ya hubo algunos medios digitales que advirtieron de que interpretaría a Moneypenny. ¿Hubo una filtración en Eon? ¿Fue interesada o desinteresada? Eso se puede dejar a la especulación pero lo que sabemos seguro es que Eon y Sony Pictures empezaron a desinformar, de forma urgente, anunciando que el personaje de Harris era una agente de campo llamada Eve. Un papel “ni remotamente parecido al de la fiel secretaria de M”. Como en el caso anterior, la propia actriz tuvo que colaborar en la campaña de desvío de atención corroborando la versión oficial con las siguientes palabras: “Eve is not remotely office-bound”. Hay que admitir que, en este segundo caso, los implicados fueron más hábiles y consiguieron que colara más la explicación, aduciendo al hecho de que determinados medios digitales se habían precipitado en sus informaciones. Pero algo quedó en las mentes de los aficionados y es evidente que la sorpresa final, en el despacho de M, podría haber sido algo más relevante de no haber salido aquella primera noticia.En conclusión, queremos estar informados de las novedades cinéfilas y conocer muchos detalles pero debe haber un límite. Tenemos que seguir yendo al cine desconociendo elementos importantes de la trama y esta regla de oro está cada vez más en peligro por la abundancia de personas y medios que tienen la habilidad de filtrar datos que rebasan lo asumible. Las productoras y distribuidoras deben hacer una profunda reflexión sobre todo ello y, aprovechando los grandes beneficios de la sociedad en red, disponer también los recursos necesarios para que lo esencial no llegue al espectador antes de verlo en la sala. Lo ocurrido este año debería servir como toque de alerta.