Revista Opinión

La prosperidad

Publicado el 13 noviembre 2012 por Carmentxu

Nadie nos dijo que fuera a ser fácil. Ni siquiera que, aun siendo difícil, fuera a durar poco tiempo para, más tarde, conseguir resarcirnos y mirar atrás desde la templanza, y pensar que había valido la pena. No hace tantos años, los padres de antes nos solían advertir a cada traspiés de las penurias que nos iba a deparar el futuro, mucho peores que lo que entonces nos podía parecer la más irremediable de las desgracias: tener muchos deberes, La prosperidadsuspender un examen, volverse a hacer una herida en la herida todavía no cicatrizada o que los Reyes no te trajeran nunca la dichosa Nancy o el Scalextrix que habría de volver loco al gato. Antes, los Reyes eran el termómetro de la crisis, y en algún momento indeterminado se convirtieron en su antídoto, en un acto de fe, una voluntad palpable de que nuestros hijos iban a tener un futuro mejor que el nuestro, de que su presente no iba a ser menos, de que nada les iba a faltar, al menos nada que dependiera de nosotros, aunque fuera a costa de nuestros propios sueños.

Conducimos por la vida sin cinturón de seguridad, sin seguro, un riesgo asumible cuando los coches no corrían tanto. Todo cambió a partir de los locos 90, y vivir al límite se convirtió en un pasaporte al otro mundo, al de los muertos en vida, cuando la velocidad y la potencia se convirtieron en un reclamo del márketing en una loca carrera hacia la prosperidad.

Y nos la pegamos. Y cómo. El aprendizaje llega a fuerza de golpes, con un crash velado que nos estalla en plena cara, torpedo directo a la línea de flotación de la sociedad del bienestar, también de la democracia que prometía la soberanía para este pueblo que se vestía de domingo hasta que perdió la noción de los días.


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