Revista En Femenino

La puerta del colegio

Por José Mª Ruiz Garrido @laparejadegolpe
No pensaba escribir sobre esto, la verdad. Estaba mentalizado y prevenido para la experiencia, pero en la hora y media que duró el primer día de colegio de los padawanes, la "jornada de adaptación", se me agolparon muchas cosas en la cabeza. Unas mejores y otras peores. No dejaba de pensar en cómo viviría el momento de dejarlos en la puerta. Me lo había imaginado, y sabía que lo iba a pasar mal. Lo que no sabía o no tenía claro del todo es cómo lo pasarían ellos, y esa incertidumbre empeora la situación. Iba a ser la primera vez para los pequeños, que no han ido a la guardería. Y no podía evitar preguntarme si pasarían miedo, si sentirían abandono, si encontrarían consuelo. Todo el mundo te dice que se les pasa rápido, y en unos minutos están jugando, pasándolo bien con los nuevos amigos, y las maestras los cuidan y tranquilizan.
La puerta del colegioPero no ha sido suficiente. No me ha consolado. Y además he tenido sensaciones que no esperaba tener. Llevamos ya semanas animándolos, celebrando que van a ir al cole y van a jugar con muchos niños y van a aprender muchas cosas, y han salido de casa contentos y con ganas de llegar. Al acercarlos a la entrada del colegio, cada uno de una mano, entre multitud de madres –y algún padre y abuelo– me he visto como arrastrado por una inercia. La pequeña Leia se ha soltado entre la marabunta de niños y adultos, y ha ido con su nueva 'seño', a su fila, casi sin inmutarse. Ha sido "mu valiente, papi". La he perdido de vista rápido, pero no me he preocupado más porque la he visto tranquila y contenta. Y Luke ha sido soltarse de mi mano, y girarse llorando, buscándome. Han tenido que llevárselo.
Hasta ahí tenía el asunto más o menos controlado, era lo que esperaba, y pensaba que estaba preparado. Tras la puerta se escuchaba llorar a varios niños, pero yo sólo oía el llanto de Javi Luke. Y no he podido evitar asomarme sobre la tapia del colegio, de puntillas, para ver cómo cruzaban el patio y entraban al edificio.
Una de las cosas que pensaba es que estaban asustados, cada uno a su manera. Habrá días que cueste más, otros menos. Los dos, o ninguno. Pero aparte del mal rato de miedo, de rechazo, o de desamparo que puedan pasar momentáneamente, he pensado que quizás puedan dejar de sentirse especiales. Uno y una más de la fila, de la clase. Otro niño y niña más a los que le dedican la atención sus 'seños'.
Poco a poco el pequeño Luke se iba tranquilizando, y las maestras lo calmaban, lo llevaban adentro junto a los otros niños, con cara de asustado, de no saber nada. Cuando han salido, yo ya estaba allí, entre la misma marabunta de padres y madres y abuelos. Y ya estaban serenos, y hasta contentos. Yo quería que se sintieran de nuevo especiales. Lo habían pasado bien, cantando y jugando, conociendo a otros niños. Hasta llevaban una pegatina sonriente, por haber estado contentos. Hasta mañana. Yo no podía dejar de pensar en mañana. Espero que mi fase de adaptación también sea corta. Se me va a hacer muy duro. Y siento haberos soltado este post de desahogo.
¡Que la Fuerza os acompañe!

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