Revista Deportes
No ví al corrida de ayer, la de Cuvillo y los remiendos, me perdí otra faena importante del Juli, premiada con oreja, no vaya a ser que se mosquee, diga de mover hilos, y acabe la Autoridad de guardia urbana, dirigiendo el tráfico en la calle Alcalá. Esta mañana he visto esos minutos de Manzanares al sexto, llenos de pases y más pases que no dicen nada, y que algunos quieren llamar faena. No vamos a ser reiterativos, Manzanares es lo que es, el patrón, en su forma más depurada y afinada, del torero del nuevo siglo. Y no vamos a perder tiempo hablando del destoreo, el cargar la suerte, la colocación o el cite. No se dónde he leído hace un rato que los toreros ni hablan de estos términos, que no es que no sepan, quieran o puedan llevarlos a cabo, sino que ni se lo plantean demasiado en serio. Y estoy de acuerdo con ese comentario, nos han impuesto unos nuevos cánones a la fuerza, y sólo queda tragar y dejar que te pongan mirando a la Meca o protestar y seguir defenfendiendo aquello en lo que uno cree. Por lo menos mientras el cuerpo aguante. El caso es que sin entrar en detalles de la "faena", me sorprendió que pudiera abrir la Puerta Grande del Toreo sin emocionar, que qué menos. Que hasta el Cordobés, con su porquería, ponía bocabajo las Ventas. Y aquí no hubo ningún óle rotundo, la plaza no rugió, todo fue muy timorato, demasiado frío para ir ligado a la palabra triunfo. Entiendo que la voltereta y la soberbia muerte del Toro, en una de las mejores estocadas que yo recuerde, sumaron mucho. Una vergüenza de puerta grande que debería acarrear la dimisión o cese de Don Julio Martínez Moreno, presidente del festejo, que ha demostrado su invalidez para ejercer el cargo. Así está el patio por los madriles.