Si estamos en febrero toca pasarse por este blog y participar en la quiniela de los Oscar 2016, que este año viene precedida de una intensa polémica por la ausencia de actores y actrices negros entre los finalistas nominados. Costó décadas que aparecieran entre los finalistas, unos cuantos lustros para que alguno/a ganara el premio, y ahora se monta el lío porque ninguno ha llegado a la final. Si es cierto que los miembros de la Academia son abrumadoramente blancos, no debe sorprender nada de lo que está pasando; ahora bien, el boicot que anuncian algunos nombres ilustres aboca la solución del conflicto a una especie de reconocimiento en forma de cuota no oficial de actores y actrices negros (asumida implícitamente en ediciones sucesivas). En esas condiciones, ¿cuánto tardaría la siguiente minoría --por peso poblacional sería la hispana-- en reclamar una cuota similar? Resulta más vistoso y más "comprometido" reclamar por decreto finalistas nominados que hacer política de pasillos (nada lucida, poco agradecida y de resultados inciertos y casi siempre a largo plazo) con el objetivo de forzar cambios en el funcionamiento interno de la Academia, cuyos estatutos estoy convencido que son bastante cautos y conservadores. En fin, ellos sabrán...
Los títulos favoritos de la edición de este año no me motivan especialmente: Iñárritu parece hacerle tomado la medida a Hollywood para colocar con éxito sus filmes; el enésimo asalto de Di Caprio al protagonista masculino; la manía de nominar a una actriz de limitados recursos como Jennifer Lawrence año sí año también; el aluvión de nominaciones (todas técnicas y de producción) del último filme de un veterano como George Miller, que ya dirigió la trilogía que dio origen a lo que sin duda aspira a convertirse en la saga Mad Max (1979, 1982, 1985), y que considero más bien un tributo tardío o la incomprensible reivindicación de un filme como Mad Max: furia en la carretera.
Pero más allá de estos titulares hay curiosidades y sorpresas agradables que merece la pena destacar: la primera es la nominación de uno de mis escritores favoritos --Nick Hornby-- al mejor guión adaptado por Brooklyn (quién le iba a decir a este hombre al comienzo de su prometedora carrera que daría con sus huesos en una ceremonia con tanto glamour como ésta); la segunda la nominación para El recuerdo de Marnie, de Hiromasa Yonebayashi, un animador formado en el Estudio Ghibli de Miyazaki y director de la minuciosa Arriety y el mundo de los diminutos. O saber en qué veterano compositor recae el premio a la banda sonora: si en el multipremiado John Williams (con la nueva entrega de la saga Star Wars) o en otro clásico como Ennio Morricone (que firma la partitura de Los odiosos ocho). Ambos están en las postrimerías de sus respectivas carreras, lo han dado todo, han demostrado sobradamente su talento y ambos merecen el premio, pero sólo uno se llevará el gato al agua...
Por último, mencionar a mi favorita al mejor filme extranjero, la húngara El hijo de Saúl, ambientada en el mismo centro del horror de la vida de los campos de concentración y que ya llamó la atención en Cannes; y ya puestos en el tema, otorgar un voto de confianza a uno de los aspirantes a mejor corto documental, Claude Lanzmann: spectres of the Shoah, acerca del director del monumental e imprescindible filme sobre el Holocausto.
Si has leído hasta aquí, ya sólo te queda votar, mojarte en todas las categorías (es obligatorio) y esperar las sorpresas y las decepciones habituales a partir del 29 de febrero. Suerte para todos!!!!