Revista Cultura y Ocio
Ayer llamé por teléfono a un buen amigo, zaragozano por más señas, para ver qué opinaba sobre toda esta historia que se está cociendo a caballo entre Catalunya y "Madrid" (el centro del poder español no la ciudad, ya saben). La respuesta fue la consabida retahíla de lugares comunes que uno puede leer en LA RAZÓN, EL MUNDO o escuchar en INTERECONOMIA. Soflamas de un españolismo rancio y crispado, de esas que dan verdadero miedo solo con oírlas.
Mi amigo además de ser una buena persona y tener un carácter de lo más pacífico y tolerante, es hombre de una generosidad sin límites y persona netamente de izquierdas. Cuando nos encontramos en Zaragoza y comemos juntos, y a pesar de que lleva años en el paro, aún no he conseguido pagar una sola vez la cuenta; se enfada solo conque lo intente. Como investigador histórico aficionado que es, al igual que un servidor, no es que colabore conmigo en mis proyectos de investigación, es que me ha facilitado en múltiples ocasiones material propio inédito o conseguido por él con un desprendimiento que no he conocido en ninguna otra persona.Y sin embargo, como digo, tras oír ayer a este hombre, me barrunto que no le costaría mucho aplastar unas cuantas cabezas de esos malévolos catalanes que según él se dedican s quitarles el dinero al resto de españoles y que no cesan de reclamar privilegios que les pongan por encima de los demás. Porque en resumen, en opinión de mi amigo los catalanes no somos más que unos españoles incordiantes que nos creemos más que nadie.
Esta tarde, hace unos minutos, leía el blog de Ramón Cotarelo a través de su enlace en Facebook. En el blog del profesor Cotarelo solo se vierten comentarios de personas de izquierdas, pues todos los que dejan alguna opinión han sido aceptados previamente como contacto deseado por el propietario del espacio en Facebook. Por ello me ha llamado la atención el comentario que ha dejado una señora de quien había leído anteriormente otras opiniones sobre diversos temas, opiniones casi siempre atinadas y desde luego correctas en los modos y formas. En referencia a un post de Cotarelo sobre los problemas planteados en Catalunya estos últimos días, la mujer se descolgaba con una parrafada de inequívoco aroma fascistoide, calificando las reclamaciones catalanas de "falta de ética política y sensatez, que desautoriza la propia personalidad colectiva de la Comunidad Catalana, poniéndole precio". Hablar de "personalidad colectiva de la Comunidad Catalana" (sic), como si todos los catalanes fuéramos uno solo, tuviéramos una sola voluntad y un único posicionamiento sobre cualquier asunto, y considerarla además en su conjunto carente de ética política y sensatez por defender intereses y posicionamientos concretos, equivocados o no, diferentes a los del españolismo hegemónico y hegemonista, es un modo de señalar que recuerda demasiado a la caracterización de los judíos como usureros y taimados que hacen los nazis. Y que además es utilizada también por muchos nacionalistas catalanes y vascos para descalificar a quienes no piensan como ellos, dicho sea de paso, con lo que se demuestra una vez más la identidad existente entre ideologías superestructurales políticamente enfrentadas pero originadas en la misma raíz.
Remacha su comentario la fervorosa patriota con una apelación que firmaría con gusto el propio general Franco: "Lo malo o lo bueno, eso nunca se sabe, es que la soberanía territorial reside en todo el pueblo español", negando que los catalanes (o los murcianos, o los de Villanueva del Monte) puedan decidir lo que les de la gana sobre su propio destino, pues al parecer ese derecho corresponde a otras personas la mayoría de las cuales con seguridad no han puesto los pies en Catalunya ni les importa una higa los problemas de los catalanes, pero a las que unos políticos canallas y venales convencen a diario de que sin el dinero de los catalanes ellos no seguirán cobrando subsidios de paro ni tendrán escuelas ni hospitales. Desde el punto de vista de la teoría política, en fin, el concepto "soberanía territorial" antecediendo o substituyendo a la "soberanía popular" es por lo demás, el fundamento mismo del pseudoDerecho del Estado nazi. Casi nada la meada de la señora, y ustedes perdonen la forma de subrayar.
En fin que al parecer en España pintan bastos para cualquier expresión de diferencia, visto el recrudecimiento de las sandeces imperiales habituales propias de la extrema derecha y de cierta izquierda española intoxicada de ideología españolista.
La verdad es que un servidor nunca se ha hecho muchas ilusiones sobre estos asuntos con respecto a la mayoría de las gentes de izquierdas de allende el Ebro según se va hacia el Atlántico.No sé ustedes, pero yo jamás he olvidado una encuesta aparecida en la web de EL PAÍS durante la crisis de Perejil, en los años del infame Gobierno Aznar, en la que los partidarios de una acción armada para restablecer la "soberanía española" en el islote eran casi dos tercios de los miles de lectores que votaron. Seguramente entre los votantes se infiltró un número indeterminado de fachas, pero cabe pensar razonablemente que la gran mayoría de quienes respondieron la encuesta eran lectores habituales de la web del diario de referencia de la izquierda española.
Cuerpo a tierra pues, que la tribu españolista ha despertado y salido a cazar cabelleras. De momento en el papel y el ciberespacio, después ya veremos.
En la fotografía que ilustra el post, propaganda de un partido fascista español legal, incitando a la violencia criminal contra separatistas.