Hoy toca hablar de un premio Nébula, un Endeavor y finalista de un Hugo nada más y nada menos. Hoy toca hablar de ciencia ficción basada en la biología, un tema que no suele ser muy recurrente en mis lecturas. Hoy toca habar de La radio de Darwin (1999).
El descubrimiento de una familia de esqueletos neandertales en las cumbres nevadas de los Alpes es el punto de partida hacia una serie de especulaciones cada vez más sorprendente. La sociedad mundial, de repente, descubre como los fetos de las futuras madres se desarrollan en el interior de la placenta con deformidades terribles que, a priori, no posibilitan su óptimo desarrollo. La culpa es el ADN residual que todos conservamos en nuestros genes, un ADN que se remonta a los tiempos de los neandertales. Las grandes farmacéuticas, los gobiernos y el ejército tratan el acontecimiento como una terrible plaga, aunque algunas voces aventuran que tan sólo se trata de evolución. ¿Buscar una vacuna imposible? ¿Obligar al aborto sistemático? ¿Dejar a la naturaleza que haga su camino?
Valga decir que estamos ante una novela muy ambiciosa. Bear trata el tema de la biología con bastante detalle para el lector sencillo, pero con ciertas faltas y errores para el lector más experto. Esto se le puede perdonar, porque recordemos que estamos ante una novela de ficción, y la rigurosidad científica no es obligatoria. Pero es que Bear busca rasgar todo tipo de fibras sensibles, además del tema puramente científico y especulativo. Indaga en los valores morales de nuestros científicos, planteándose hasta dónde pueden ser capaces de llegar para obtener la verdad. También trata el poder de las grandes farmacéuticas, y busca el debate entre el negocio y la supervivencia. Y más aspectos... Se mete en temas de política social, en comportamiento humano, en religión y sectas religiosas, en el derecho al aborto, en la evolución humana y en el clásico tema de "jugar a ser dioses". Y muchos más temas que ahora mismo no recuerdo. El abanico es tan amplio que, en ciertos momentos, parece que la historia se derrumba.
El resultado de todo esto es una historia coherente con un final abierto y que no contesta a ninguna de sus cuestiones, como si Bear deseara más plantearlas que resolverlas. Y la gran virtud de esta novela es que hace pensar al lector, más allá de otros aspectos negativos. Insisto, una novela que abarque tantas cuestiones con rotundo éxito merece ser considerada obra maestra pero, Greg Bear peca de ambicioso y se queda en tan solo una buena historia.
El ritmo que usa en el planteamiento me ha parecido lento, estancado en ciertos aspectos y que se recrea en asuntos demasiado repetidos. Las discusiones entre los jefes de departamento, las farmacéuticas, los científicos, los políticos,... sucede cada dos por tres, y llega un momento que puedes llegar a tirar la toalla porque tienes la sensación que la historia no avanza. Por desgracia creo que si esto sucediera en la realidad, tendríamos los mismos eternos problemas de gritar y no escuchar (que es lo que en realidad hacen los personajes). Planteamiento demasiado largo, nudo demasiado rebuscado y desenlace demasiado alargado.
La ambientación existe en un segundo plano, sin más. Carece de importancia más allá de alguna pincelada. Las manifestaciones y el ajetreo social ayudan a dibujar el momento tenso de la sociedad humana, pero me ha parecido más bien escaso. Sin duda no era una prioridad para el autor.
Los protagonistas no se perfilan en exceso, más dibujados por sus motivaciones que por aquello que les rodea, su pasado, su oficio,... Sin embargo, Bear consigue cargarlos con la suficiente dosis de credibilidad para que ninguno de ellos desentone. Cabe decir, además, que los protagonistas están acompañados por un entorno de personajes secundarios bastante numeroso que casi ejercen excesivo peso en la trama. No son personajes carismáticos, sino más bien humanos.
Con todo esto mencionado ¿estamos ante una novela merecedora de ser recomendada? Sí, pero como casi siempre es importante conocer al destinatario de esta novela. Su argumento es denso, duro, y el ritmo de la historia abotarga el conjunto en momentos puntuales que puede hacer peligrar la ilusión del lector.