Revista Opinión

La raíz de la discordia

Publicado el 28 julio 2014 por Jamedina @medinaloera

Guerra de Las Malvinas. Imagen de Facebook.

Orgullo, soberbia y prepotencia son la raíz, la causa principal de conflictos en la familia y en los ámbitos social y político, que han dejado incalculables daños en el género humano, peores que los ocasionados por la Naturaleza.

La actual escalada de violencia en el milenario conflicto árabe-israelí es prueba de ello, porque tan claro como la luz del día es que ahí ha faltado disposición de ambas partes para reconocer el derecho que asiste a todo ser humano a tener un hogar, a vivir en paz y a mejorar su calidad de vida.

Lamentablemente, la soberbia suele marear a todos: pobres y ricos, cultos e ignorantes, débiles y poderosos:

Conocí hace tiempo a un obrero, buen hombre cuando estaba sobrio, pero muy soberbio cuando andaba en copas (que era lo más del tiempo). Entonces le daba por golpear a su mujer y humillarla diciendo: “Cuando doy yo una patada en el suelo, ¡Tiembla la Tierra!”

Obviamente, aquella pareja acabó por separarse, como acaban hoy más de la mitad de los matrimonios.

Napoleón Bonaparte, aquel genio de la guerra que, anticipándose a Hitler, soñó con dominar el mundo entero, ensoberbecido por sus triunfos militares y sin medir riesgos, invadió Rusia en 1812, dejando allá medio millón de sus soldados muertos, para más tarde, en 1815, perderlo todo en la famosa Batalla de Waterloo.

Julio César, fundador del Imperio Romano, como todos los poderosos, también era soberbio, tanto así que despreció los consejos de su mujer, Calpurnia Pisonis, de que no fuera al Senado el día que lo asesinaron.

En una de sus campañas, lejos todavía del poder, César regresaba de Rodas a Roma cuando durante su travesía por mar, el barco en que navegaba cayó en manos de unos piratas, que le exigieron 20 talentos para su rescate.

¿Veinte?, exclamó César. Mal conoces tu negocio; de otro modo comprenderías que valgo 50, por lo menos.

El jefe de los corsarios dio por buena esta valoración. César pagó… y poco después se reembolsó la suma, al hacerlos prisioneros. Por cierto que no dejó a ninguno con vida.

Es difícil que un acto de soberbia acabe bien.

Artículo publicado por el diario La Crónica de Hoy Jalisco en su edición del viernes 25 de julio de 2014.


Volver a la Portada de Logo Paperblog