Me levanto nublada, con el aire espeso, húmedo y avanzo tormenta. Entre café y café, busco maneras de desprender una una segunda piel impermeable, que atrae mosquitos en la noche y gotas de agua por el día. “Somos el reflejo de la España ideal”, afirma el seleccionador nacional de fútbol desde las portadas, un ideal que apenas durará dos horas esta noche. A este lado del espejo, en la realidad reflejada como ideal, empiezan las rebajas, que se suman a las de derechos, a los recortes sociales, al euro por receta catalán, al copago y repago de medicinas necesarias. Se desenfoca ese ideal que estuvimos a punto de alcanzar cuando saltábamos en una red elástica que habíamos comprado a plazos y que ahora se pudre en los sótanos encharcados de una finca regia. El espejo roto nos devuelve una realidad fragmentada. En uno de las esquinas podemos convertirnos en campeones de Europa una vez más, como hace cuatro años, cuando al lobo empezaban a vérsele las garras negras por debajo de la puerta. En el resto de trozos de cristal cortante, en la España del milagro, ahora sólo suben las tarifas, los impuestos y el coste de servicios esenciales. No era este el crecimiento prometido en medias verdades que han resultado mentira. Pero no hay seleccionador nacional de políticos ni banqueros. Son tiempos digitales.
Ahora, ya de día, apago las luces: hoy sube la electricidad por encima de nuestras posibilidades, el gas natural y la bombona de butano. Quedarnos en casa nos ha salido caro y, a partir de ahora, nos va a salir todavía más. En este día amenazante, de pájaros nerviosos, salgo a la calle a buscar el Sol, luz y calefacción natural, todavía gratuita. Feliz domingo.