Revista Arte
¿Qué subyace en la ficción, una realidad imaginada e insoportable, o una belleza representada, inventada, artificial, sublime y, a veces, deformada de la realidad? Pero, es que ya los bardos de la antigüedad supieron entender que la única forma de completar la narración embellecida de algo -la única posible- es añadiendo giros, tramas, perfiles, gestos, drama, matices y pasión sesgada; una pasión paralizada, dirigida, apostolada casi, también enarbolada. Háblame, Musa, háblame de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo...
Así comienza La Odisea. Lo deja claro desde el principio: Háblame, Musa. Es decir, díme, diosa inspiradora, díme qué cuento, qué narro de aquello que pasó no sé dónde, ni cuándo, sólo dímelo, y lo escribiré después, para que sea una obra inmortal, grande, aleccionadora, casi creíble por los desvelos absolutamente humanos de su héroe. Aunque éste se rodee de monstruos imposibles, de esfuerzos increíbles, de recorridos anacrónicos y de vivencias desesperadamente insoportables.
Así es como reconstruimos casi todo, con los que lo crean, por ejemplo, con su historia elaborada; o, con los que la reciben, con su interpretación novelada. En todo conocimiento novelado, inventado, imaginado, hay un pacto tácito entre el que lo produce y el que lo acepta. El poeta Coleridge ya habló del pacto ficcional. Por ejemplo, en una narración escrita el lector debe saber que lo que se le cuenta es una invención, algo imaginado, y sin que por ello el autor esté contándole así una mentira. El creador finge que lo que nos relata es una historia verdadera, los lectores aceptamos ese pacto, y fingimos que lo que nos cuentan ha sucedido en realidad, que existe, que pasó en verdad.
Pero, del mismo modo, ¿podríamos entender, a veces, que la realidad, lo que no es ficción al parecer, lo que verdaderamente existe, no es lo que estamos pensando, viviendo, recreando en nuestro interior en ese justo momento que lo vivimos?
(Óleo del pintor prerrafaelita John William Waterhouse, Boreas, 1903; Fotografía de la estrella de Cine mudo Gloria Swanson, 1919; Cuadros del pintor e ilustrador francés Pierre-Narcise Guerin, 1774-1833, Los Celos.)
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