La rebelión de Oruro en el Alto Perú, si bien paralela a la rebelión de Túpac Amaru solo coincidió por breve lapso con ella, debido a la enorme diferencia de intereses que las separaban, porque la rebelión indígena devino en revolución social cuando comenzando los indios a expropiar propiedades de españoles y criollos, demostrando las enormes diferencias económicas y de privilegio que los separaban de los criollos.
Al principio se habrían aliado a Túpac Amaru, pero cuando la relación de fuerzas se tornó desfavorable, fingieron lealtad a la corona española y colaboraron en la represión, de manera de ser considerados fieles vasallos de España.
De manera que la rebelión de Oruro no tuvo objetivos independientes, por cuanto los criollos carecieron de un programa definido, lo que daría lugar a que fueran ambiguos y oportunistas en sus planteos, fluctuando permanente entre los bandos enfrentados (españoles e indígenas).
Al adquirir proximidad temporal y espacial a los criollos en 1810, pudo haber influído en la gestación de la revolución de mayo en el Río de la Plata; si bien patriotas como el Deán Funes la denostaron. Con el paso del tiempo fue más reconocida, aunque erróneamente identificada con la sublevación de Túpac Amaru.
En el último capítulo se analizan incógnitas que permanecen sin develar: el Inca Casimiro; la vinculación de Fray Mariano Bernal a la familia Ampuero; los dos diarios atribuibles al vicario Menéndez; las posibles vinculaciones con la revolución de mayo, y el contradictorio planteo de la justicia española en su anulación de la sentencia final de la causa y posterior tratamiento de funcionarios controvertidos como el corregidor de Oruro, Ramón de Urrutia y Las Casas, quien tras ser seriamente cuestionado por el alto tribunal siguió siendo funcionario de rango y hasta adquirió prestigio como tal.
De manera que hubo incompatibilidades entre las etapas de Carlos III y Carlos IV, probablemente porque los españoles comenzaron a pensar que no podían perder el apoyo de los criollos, sus aliados naturales, cuando empezaban a soplar vientos ideológicos emancipatorios en las colonias americanas y corrían serio peligro de perderlas, lo que supondría que el Consejo de Indias pudo haber enmascarado una resolución política detrás de un dictamen profesional cuando anuló la causa.
De cualquier modo, esta rebelión encabezada por criollos representó una forma embrionaria de las posteriores sublevaciones independentistas americanas lideradas por criollos, suponiendo una forma arcaica, caudillista y con móviles de ambición personal; dejando enmascarada la aspiración a regirse por sí mismos, a decidir su propio destino.
El libro se constituye en un interesante aporte a la historia de nuestra tierra, por ejemplo en el capítulo final de la obra, pone como signos de interrogación, ¿si implicó la rebelión de Oruro, a una vía revolucionaria diferenciada?, ¿cuándo se hace una posible influencia en la Revolución del 25 de Mayo de 1810?, ¿por qué se debe entender que casi ha sido contemporánea la presencia de los presos en Buenos Aires, con la revolución de mayo? Entonces se van realizando algunas apreciaciones y ese es el proceso que la gente debe conocer, detalló el historiador orureño.Periódico LA PATRIA

La villa de Oruro, en el Alto Perú, se rebeló gracias a la coyuntura general que impulsó a las masas indígenas a luchar contra la opresión colonial en 1780, contado con relaciones socio-económicas y políticas originales.
Desde 1739 hasta 1781 vivió frecuentes disputas entre bandos enfrentados de criollos, entre sí y con los europeos. Un grupo de criollos mineros, hacendados, comerciantes y artesanos, se enfrentaría -gracias al monopolio de los principales cargos del cabildo- al poder del corregidor y los comerciantes peninsulares que los financiaban. De ahí que la gran crisis minera de la región (producto de baja productividad por retraso tecnológico, escasez de herramientas para las minas, escasez de azogue para beneficiar la plata, agravamiento de impuestos y trabas a la explotación) se vio coronada por el endeudamiento y quiebra de los mineros criollos, constituyéndose en la causa principal de la sublevación de 1781.
El levantamiento orureño no estuvo determinado directamente por el repartimiento mercantil, el tributo, la mita o la extensión de esas cargas a mestizos y criollos. En Oruro fue elaborada una justificación ideológica, según la cual los chapetones planeaban asesinar a los criollos y los cholos, razón por la cual éstos debieron defenderse.
Puede diferenciarse al menos tres versiones correspondientes a los principales estamentos enfrentados en esta disputa, cada uno de los cuales elaboraron sus propios argumentos para justificarse. Los españoles consideraron que a pesar de su benevolencia en habilitaciones y préstamos, se les pagó con traición, por cuanto el odio y la ambición reinantes habían conducido a la alianza de los criollos y la plebe mestiza (cholos) con los rebeldes tupamaristas. Los criollos no sólo se sintieron víctimas de un complot chapetón, sino que alegaron haber sido empujados por los indios rebeldes a la adopción de comportamientos indeseables; se mostraron como depositarios de la legalidad y el orden frente a la anarquía reinante, disputando los caudales de las Cajas Reales y los robados, a los indios y la plebe mestiza, tratando de demostrar que su fidelidad a la corona española nunca había flaqueado. Los indios se sintieron víctimas de los criollos, porque primero los habían convocado para asesinar chapetones, y luego los habían arrojado sin miramientos de Oruro. Entonces, cercaron la villa e intentaron asolarla, mientras la radicalización revolucionaria del alzamiento los hacía rebasar las consignas tupamaristas, intentando repartir haciendas, minas e ingenios de criollos y españoles entre las comunidades campesinas. Al ser vencidos por los criollos, tuvieron que capitular frente a su hegemonía.
Tan compleja situación podría explicarse como una disputa por dirigir la alianza que había enfrentado en primer término a los chapetones, masacrándolos.
Al compás de una relación de fuerzas favorable, los indios enfrentaron la dirección criolla, imponiéndoles algunos comportamientos por su superioridad numérica, aunque fracasando posteriormente ante la capacidad criolla de reafirmar su rol dirigente. Derrotados por los criollos, capitularon ante ellos, con la certeza de encontrar un trato más benévolo que frente a los despiadados españoles.
La originalidad de una sublevación encabezada por criollos, cuando en casi todas partes se plegaron en apoyo al status quo colonial, condujo a la corona española a mantener con vida aunque encarcelados en condiciones sumamente penosas, a los sindicados como principales cabecillas.
El largo y estéril juicio proseguido en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, no arrojó mayores luces para España; sólo locura, enfermedades, padecimientos y muerte para sus protagonistas.La influencia que esos sucesos produjo en la conciencia de los revolucionarios rioplatenses de 1810 es incierta. Es destacable que se los menciona como mártires de la opresión colonial y patriotas., aunque todavía debían madurar su propuesta libertaria.
Ver ficha del autor: José Oscar Frigerio