Revista Educación
Hace unos días colgué un post con un artículo sobre los conflictos entre niños. El autor ofrece una visión nueva hacia estas situaciones inevitables del día a día y empieza su reflexión con lo que a día de hoy me está pareciendo que es una de las claves para enfrentarlos: ver los conflictos entre niños como una oportunidad de crecimiento emocional de adultos y niños.
Lo busqué en internet ya que el libro de Naomi no me ofrecía "recetas" para estos pequeños "dramas" diarios y Magdalena estaba empezando a desarrollar actitudes que por nuevas y escandalosas (por decirlo de alguna manera) me estaban sacando de mi estado de bienestar. De nuevo, mi necesidad de controlar la situación me impulsó a consultar libros, internet, a otras madres y a su propio padre.
El conflicto que se generó durante cuatro días seguidos fué el siguiente:
Como era habitual durante todo el verano, los niños de la calle venían a jugar a casa y todo iba bien hasta cierto momento en el que a Magdalena se le giraba el humor y no quería que cogieran ningún objeto al punto de acabar pataleando en el suelo gritando que quería que se marcharan. Esto sucedió con sus vecinitos (sin los padres presentes) y con un amiguito (con su madre presente).
En ambos casos me resultó muy violenta la situación principalmente por como se podían sentir los invitados. Reconozco que hasta pasados unos días, no pensé que también mi hija se merecía que hiciera el esfuerzo por comprenderla y averiguar porque razón llegaba a decir algo así.
Llegamos a conclusiones como que quizás se había hartado de recibir ella siempre a los niños y hacer el esfuerzo de compartir y que sería bueno que ella también viviera la experiencia de ir a otras casas para ponerse en el lugar del visitante.
También pensé en establecer unos límites en casa, quitar los juguetes mas queridos por ella...en fin...estuve unos días un poco perdida porque quería erradicar esa actitud...¿Lo veis claro no? La que no soportaba enfrentarse a la frustración de Magdalena era yo...porque me descontrolaba y me veía en un terreno desconocido y no quería equivocarme...QUERIA LA RECETA.
Esto lo he venido a descubrir de la mano de otra autora, Rebecca Wild.
Los adultos caen una y otra vez en la tentación de hacer también un sistema fijo y cerrado hasta de las relaciones respetuosas con los niños. Nos percatamos de este riesgo cuando oímos las típicas "preguntas receta"....
El deseo de querer hacerlo todo bien a menudo va acompañado de la esperanza de alcanzar este objetivo imitando a otros que tienen más experiencia. Pero como ninguna situación es igual a otra, y los adultos y los niños, "se hacen a sí mismos" en la interacción con estas circunstancias nunca idénticas, no queda otra solución que asumir el riesgo, vivir uno mismo, cometer errores y aprender de ellos, y de este modo poner también límites al ansia de seguridad y de resultados garantizados.
Y uniendo a Rebecca y a Naomi cuando dice:
Querer a un niño es estar de su parte independientemente de la impresión que demos a los demás. Como padres, debemos proteger la dignidad y bienestar de nuestro hijo.
No nos da la RECETA pero sí algunos ingredientes para acompañarles en los conflictos.
No se trata de aplaudir un desprecio, una agresión...usemos el sentido común. Supongo que se trata de hacer un sobreesfuerzo por no rechazar, ni interiormente y mucho menos exteriormente, a tu hijo...ya que en ese momento necesita de tu amor y guía más que nunca. Una vez se sienta querido es nuestra responsabilidad hacerle ver que esa actitud no es correcta.
¿Qué difícil eh?