Revista Cultura y Ocio
Por Juan Antonio Carrasco Lobo
Vivimos en una época de hambruna social provocada por una crisis de valores que nos ha sumergido en una pobreza moral.
Vivimos en la opulencia de las redes sociales donde para ser considerados de clase media, al menos, hemos de ganarnos mil seguidores –muchos más, en realidad-. Pues hete aquí que echamos currículos por doquier entre las diferentes empresas que gestionan (y nos congestionan) con este comercio del trato humano; donde mostramos nuestra mejor imagen, nuestras habilidades, nuestros logros anteriores, dejamos entrever nuestras metas, lo que somos capaces de hacer. Facebook, Twitter, Instagram, Google+, Youtube... son objetivos donde poder colocarnos y, por qué no, echar raíces para asentarnos y alcanzar algún tipo de prestigio en esta época de la redsocialización.
Queremos formar parte de la nobleza, de la clase privilegia de esta nueva humanidad que está siempre alerta esperando el silbido del pajarito azul, la campanada de la arpía del Whatsapp, el "ding" en el barrio de Caralibro; mendigamos seguidores –como votos los alcaldes-, qué cosas, y somos incapaces de saludar al vecino.
Hemos dejado la educación como materia muerta, igual que se hizo con el Latín, y vivimos en un régimen lectivo basado en ideologías, desprecios, insultos y donde no aceptamos más diversidad que la que uno mismo expone –paradojas-. Sí, después están aquellos que representan a aquel romántico y humanista "Club de los Poetas Muertos" (y donde quiero encontrarme) que aún contemplan la necesidad de lo auténtico, dentro y fuera de la redsocialización, pero eso es otro tema.
Vivimos en el virtuosismo de la virtualidad. Ser un genio o, como poco, haber hecho o dicho algo por lo que creemos una tendencia. ¡Vamos, unos Beattles cualesquiera!
Que nos etiqueten ya no es despectivo, ahora eso hace subir nuestros valores redsocializados y convertirnos en un cotizado "youtubero", en un "tuitstar" o cualquier otro neologismo de endiosamiento de esta nueva era cultural. Filósofos, oradores, políticos que solo necesitan de una tribuna donde arrobar al personal.
Como decía antes, vivimos con hambre, con una alarmante escasez de valores por una crisis que nos va haciendo pobres en un gran estado consumista redsocializado.