Revista Cine
Desde África con amor
Los amantes del buen cine tenemos que dar gracias a que John Huston quisiera hacer una película en África con la intención principal de querer cazar un elefante, ya que debido a esa afición totalmente repudiable el resultado de aquel viaje a El Congo, donde todo el equipo de rodaje sufrió un montón de adversidades, fue la increíble La reina de África (1951), en la que el director norteamericano consiguió retratar una de las historias de amor más hermosas que se hayan visto jamás en el cine. Desde la sencillez de la trama y la evolución tan bien llevada de ese respeto mutuo que se tiene la pareja protagonista surge algo especial lleno de romance y ternura.
Basada en la novela homónima de C.S. Forester y con guión adaptado por el mismo Huston junto con James Agee (que también fue el responsable del guión de La noche del cazador, de Charles Laughton), la historia de La reina de África se sitúa en la África Oriental Alemana de 1914, justo cuando empezó la Primera Guerra Mundial. En el inicio vemos el trabajo como misionera de Rose (Katharine Hepburn) junto con su hermano, el reverendo Samuel (Robert Morley), ante unos cuantos nativos de una aldea. Minutos después llega al lugar un canadiense llamado Allnut (Humphrey Bogart) con su barca bautizada como "Reina de África". Les trae la correspondencia y es invitado a tomar té con ellos. Después se despide y les avisa que seguramente no volverá por allí en un par de meses ya que en Europa ha empezado una guerra, algo que ellos desconocían. Les comenta que Inglaterra está en guerra con Alemania, igual que otros países que también están involucrados, pero les asegura que no cree que los alemanes lleguen al lugar donde se encuentran. Sin embargo, nada más marcharse llegarán unos soldados coloniales alemanes que arrasarán la aldea y se llevarán con ellos a los nativos, quedando en el lugar únicamente Rosie y el reverendo, que poco después enfermará y morirá. En el mismo día de su muerte, el señor Allnut vuelve al lugar y ayudará a Rose a enterrar a su hermano dignamente. A partir de aquí empezará la aventura que ambos jamás olvidarán ya que Allnut quiere que ella se vaya con él para intentar refugiarse en alguna isla remota con la ayuda de su barca.
Lo curioso del caso es que, a diferencia de lo que uno puede esperar, ella tiene las ideas muy claras y no quiere quedarse con los brazos cruzados ni está decidida a ocultarse el tiempo que sea necesario hasta que acabe la guerra, algo que él tenía pensado hacer ya que tienen suficientes provisiones de comida. Así que, sin hacer caso al peligro que supone descender por el río Ulanga, ella querrá sufrir las consecuencias con el objetivo de llegar al lago donde se encuentra un gran vapor de los alemanes provisto de un cañón muy potente. Sus intenciones serán echarlo abajo con la ayuda de unos torpedos que fabricará Allnut artesanalmente con material que tienen en la embarcación, algo que ni él mismo había pensado. Todo lo que ocurre en el tiempo en que transcurren juntos ese largo trayecto, lleno de azarosas aventuras, será algo que tampoco los espectadores podrán olvidar.
Para conseguir credibilidad y llevar a buen puerto esta película, John Huston acierta en varios aspectos, como el de resaltar durante toda la película el sonido de los animales de la selva, sobre todo de los monos, algo que aún da más autenticidad al entorno de esta bella historia. Con la ayuda de la fotografía de Jack Cardiff sabe apreciar la belleza de la naturaleza y muestra de vez en cuando algunos animales, como los hipopótamos o los monos que Bogart imita en una escena simpática. Y el ritmo narrativo es muy preciso, sin dar la sensación al espectador de que falle en algún momento.
Pero lo que es indudable, y que permanecerá para siempre en la cabeza de un servidor, es la relación de Bogart y Hepburn en la película. Desde el preciso momento en que empiezan el recorrido por el río, podemos disfrutar de los diálogos que tienen entre ellos y nos daremos cuenta de que no forman la típica pareja tan dispar como se acostumbra a ver en el cine. Sí que a ella le gusta ir muy impoluta y él es un gran bebedor de ginebra y algo rudo, sobre todo a la hora de solucionar el problema de la bomba de alimentación dándole patadas a la caldera, pero desde el inicio vemos que se ayudan mutuamente e intentan mostrar una atención sincera y respetuosa hacia el otro. Es verdad que no encajan en todas las opiniones pero ahí está la chispa de algunas escenas gloriosas, como en la que ella no le habla porque él no respeta su promesa de seguir el viaje debido a los peligros que les quedan por sufrir. Y Huston aprovecha a la perfección a esta pareja de estrellas que tiene a su disposición. Es extraño ver a un Bogart tan atento hacia una dama y disculpándose en muchos momentos (y que además con este papel consiguiera el único Oscar de su carrera), y es emocionante ver los primeros planos de una Hepburn que demuestra, como siempre, su poder de seducción en el celuloide. Sus miradas hacia él y los gestos que hace para mostrar las sensaciones que tiene ante un nuevo sentimiento que fluye dentro de ella son absolutamente impresionantes (hay que destacar la gran sonrisa de su rostro cuando descubre que el nombre de pila de su querido es Charlie).
Y, a diferencia de su personaje en la película, al que se le priva de la ginebra por tirársela ella toda a la borda, Bogart solo bebió whisky durante el rodaje, igual que hizo Huston, y fueron los únicos miembros del equipo que no enfermaron de disentería. Pero igual que en la ficción, también en la vida real ambos vivieron un amor intenso con sus respectivas parejas: ella vivió un romance que duró más de dos décadas con Spencer Tracy, el cual murió en los brazos de ella; y Bogart vivió un idilio con Lauren Bacall que estuvo a su lado hasta que enfermó de cáncer y entró en el coma del que nunca despertó.
"Una historia de amor llena de aventuras y ternura, con una entrañable pareja protagonista"