El bien común que Felber preconiza se basa en los valores de las relaciones humanas en su forma más saludable (la confianza, la cooperación, el aprecio, la co-determinación, la solidaridad y la voluntad de compartir), los valores que, juntos, nos hacen mejores y más felices. El paradigma, el modelo mental económico-social, transforma la lucha feroz y el agoísmo avaricioso a la cooperación y el altruismo generoso, la finalidad del beneficio financiero (el fin justifica los medios) a la contribución al bien común (el viaje es el destino).
Christian Felber propone que las compañías con los mejores balances empresariales del bien común (las mejores no por su rentabilidad económico-financiera, sino por sus rendimientos sociales, ecológicos, democráticos y distributivos) obtengan ventajas legales y fiscales. Propone crear los llamados bancos democráticos. Propone impulsar la democracia directa (además de la democracia representativa, que ya conocemos y nos parece insuficiente).
Propone educar desde la escuela en valores omo ‘emocionología’ (la ciencia de las emociones), ética, comunicación, educación democrática y experiencia de la naturaleza. Propone favorecer como competencias directivas la amabilidad, la empatía, la atención al bien de tod@s y de la comunidad ecológica. Lo que hoy parece ciencia-ficción, en medio de esta vorágine catastrofista, mañana será sentido común, la salida natural desde lo mejor del ser humano.
¿Qué dice la economía del bien común de la renta básica universal (RB)?
Ésta es una de las preguntas que se plantean más a menudo. Por eso sigue a continuación una respuesta muy específica:
1.- Dentro del sistema económico actual debería haber una renta básica incondicional por tiempo indefinido sujeta a aprobación, porque muchas personas son empujadas a los márgenes de la sociedad y su dignidad sólo puede preservarse con una RB.
2.- En la economía del bien común se da la vuelta a la dinámica del sistema: de la prioridad de recibir a la prioridad de dar. Esto significa que en el “centro”, en el mercado, no se plantean competencia y escasez, sino cooperación y riqueza: allí habrá suficiente para todos.
a) Todos los que quieran contribuir con un trabajo significativo tendrán esa posibilidad. El que no pueda aportar nada, o no mucho, de momento, recibe una renta de solidaridad.
b) En el caso de que hubiera desempleo, éste se minimizará, ya que las empresas serán recompensadas por contratar a más gente. Todas las empresas estarán involucradas en la solución de los problemas económicos.
3.- En la economía del bien común se reducen las horas normales de trabajo al nivel que quiere la mayoría de la gente: aproximadamente, de 30 a 33 horas semanales. Esto deja más tiempo para los otros tres grandes aspectos del trabajo que a nosotros, las personas, nos completan: el cuidado de las relaciones en el trabajo, el trabajo propio y el trabajo comunitario (según Frigga Haug).
4.- Por otra parte, está el año sabático: cada diez años trabajados la gente se puede tomar un año sabático y realizar otros aspectos vitales importantes, lo que representa una renta básica universal por tiempo definido. A diferencia de la RB, el año sabático es sensible a las dos principales críticas de la RB (independientemente de la exactitud de su contenido): la incapacidad para financiarlo y el argumento de la envidia).
a) Si cada diez años hay un año sabático, el mercado laboral se alivia en un 10 por ciento: la actual tasa de desempleo registrada en la Unión Europea. Los presupuestos destinados al desempleo se podrían reasignar para la financiación del año sabático y los costes adicionales serían menores.
b) En el debate a favor y en contra de la RB, mucha gente parte de que la gran mayoría de los cotizantes mantendría a una minoría de perceptores. Independientemente de si este temor está justificado o no, no puede ser causado por el año sabático, porque éste beneficia a todos sin distinción. El año sabático vence las dos oposiciones principales de la RB. Con la experiencia adquirida en el año sabático, tal vez se obtengan nuevos conocimientos y consensos.
FUENTE: LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN (CHRISTIAN FELBER)
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