Revista Ciencia

La resistencia a la insulina duplica el riesgo de trastorno depresivo mayor

Por Davidsaparicio @Psyciencia

Síntomas como sentir tristeza constante, desesperación, lentitud, alteraciones de sueño y pérdida de apetito, son comunes en personas que sufren depresión. Las investigaciones han revelado que los factores contribuyentes a su desarrollo pueden ser muy diversos (por ejemplo, traumas infantiles, pérdida de un ser querido, estrés por la pandemia de COVID-19). Muchos de estos factores no son cosas que las personas puedan prevenir. Sin embargo, un factor que sí se puede prevenir, y que es capaz de duplicar el riesgo de padecer depresión mayor, es la resistencia a la insulina. ¿De qué manera? Como primera medida, es fundamental la consulta con un médico clínico o endocrinólogo, quienes recomendarán una alimentación adecuada a la condición, actividad física acorde y, si fuera necesario, medicación (Watson et al., 2021).

La insulina es producida por las células del páncreas y su función es transportar la glucosa que entra en el organismo a las células para ser convertida en energía mediante el proceso de glucólisis. Además, se almacena en el hígado y en los músculos en forma de glucógeno. Estas reservas de insulina en el hígado serán empleadas por el organismo en caso de necesidad para mantener estables los niveles de glucosa en sangre (Diabetes e insulina, 2019).

La resistencia a la insulina surge debido a la disminución de la capacidad de las células de todo el cuerpo para prestar atención al comando de la insulina. Se estima que una de cada tres personas vive con resistencia a la insulina, muchas de ellas sin saberlo. Las razones de esta condición son variadas, y entre ellas podemos encontrar la ingesta calórica excesiva, la falta de ejercicio, el estrés y no dormir lo suficiente.

Eventualmente, los niveles de azúcar en sangre se vuelven crónicamente altos, y una vez que se mantienen por encima de cierto umbral, el diagnóstico es diabetes tipo 2, una afección tratable pero incurable que puede provocar trastornos cardiovasculares y cerebrovasculares, neuropatía, enfermedad renal, amputaciones de extremidades y otros resultados perjudiciales para la salud.


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Ya se han establecido asociaciones entre la resistencia a la insulina y varios trastornos mentales. Por ejemplo, se ha demostrado que alrededor del 40% de los pacientes que padecen trastornos del estado de ánimo son resistentes a la insulina. Pero estas evaluaciones se han basado en estudios transversales que recopilan datos de poblaciones en un solo punto en el tiempo. Para poder resolver la cuestión de “la causa y el efecto”, o si ambas condiciones son el resultado de otro factor causal son necesarios los estudios longitudinales, que generalmente rastrean a las personas durante años o décadas y pueden determinar qué evento vino primero. 

Qué metodología usaron

Por eso, Rasgon, Watson y sus colegas recolectaron datos de un estudio longitudinal en curso que monitorear a más de 3000 personas de manera muy detallada para conocer las causas y consecuencias de la depresión: el Estudio de Depresión y Ansiedad de los Países Bajos. 

Los investigadores analizaron datos de 601 hombres y mujeres que sirvieron como sujetos de control para el estudio de los Países Bajos. En el momento de su inscripción, nunca se habían sentido preocupados por la depresión o la ansiedad. Su edad promedio fue de 41 años.

El equipo midió tres variables sustitutivas de la resistencia a la insulina: los niveles de glucosa en sangre en ayunas, la circunferencia de la cintura y la relación entre los niveles de triglicéridos circulantes y los de las lipoproteínas de alta densidad circulantes, o HDL, conocido como colesterol “bueno”.

Probaron los datos para ver si los sujetos que eran resistentes a la insulina tenían un mayor riesgo de desarrollar un trastorno depresivo mayor en los nueve años que llevaba el estudio. 

Qué encontraron

Según las tres medidas, la respuesta fue sí: descubrieron que un aumento moderado en la resistencia a la insulina, medido por la proporción de triglicéridos a HDL, estaba relacionado con un aumento del 89% en la tasa de nuevos casos de trastorno depresivo mayor. De manera similar, cada aumento de 5 centímetros en la grasa abdominal se relacionó con una tasa de depresión un 11% más alta, y un aumento en la glucosa plasmática en ayunas de 18 miligramos por decilitro de sangre se asoció con una tasa de depresión un 37% más alta.

Los investigadores señalaron que algunos sujetos ya eran resistentes a la insulina al comienzo del estudio, por lo que no había forma de saber cuándo se habían vuelto resistentes a la insulina por primera vez.

Con el objetivo de determinar qué tan pronto se activa la conexión entre ambas condiciones, los investigadores restringieron la siguiente fase de su análisis a aproximadamente 400 sujetos que, además de nunca haber experimentado depresión mayor, tampoco mostraron signos de resistencia a la insulina al inicio del estudio. Durante los primeros dos años del estudio, casi 100 de estos participantes se volvieron resistentes a la insulina. Los investigadores compararon la probabilidad de este grupo de desarrollar un trastorno depresivo mayor en los próximos siete años con la de los participantes que aún no se habían vuelto resistentes a la insulina a los dos años.

Si bien el número de participantes fue demasiado pequeño para establecer una significación estadística para la circunferencia de la cintura y la proporción de triglicéridos a HDL, los resultados para la glucosa en ayunas no solo fueron estadísticamente significativos (lo que significa que es poco probable que surgieran por casualidad) sino clínicamente significativos, es decir, que son lo suficientemente importantes como para preocuparse: los que desarrollaron prediabetes dentro de los dos primeros años del estudio tenían 2,66 veces más riesgo de depresión mayor en el hito de seguimiento de nueve años, en comparación con los que tenían resultados normales de la prueba de glucosa en ayunas en el punto de dos años.

En resumen: la resistencia a la insulina es un fuerte factor de riesgo de problemas graves, que incluyen no solo la diabetes tipo 2, sino también la depresión.

Este hallazgo señala la necesidad imperiosa de que los profesionales consideren el estado metabólico de las personas que padecen trastornos del estado de ánimo y viceversa. Para prevenir la depresión, los médicos deben controlar la sensibilidad a la insulina de sus pacientes. Estas pruebas están disponibles en laboratorios de todo el mundo y no son caras, concluyeron los investigadores.

Referencias bibliográficas:

  • Diabetes e insulina. (2019, junio 21). https://fedesp.es/diabetes/insulina/
  • Watson, K. T., Simard, J. F., Henderson, V. W., Nutkiewicz, L., Lamers, F., Nasca, C., Rasgon, N., & Penninx, B. W. J. H. (2021). Incident Major Depressive Disorder Predicted by Three Measures of Insulin Resistance: A Dutch Cohort Study. The American Journal of Psychiatry, 178(10), 914-920. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.2021.20101479

Fuente: Science Daily

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