Cuando hablamos de resistencia a la insulina tenemos que tener en consideración que hay presente una inflamación crónica de bajo grado que deberíamos mitigar para conseguir mejorar nuestro entorno hormonal. La obesidad, el sobrepeso y el sedentarismo son grandes desencadenantes de la insulinoresistencia, la cuál constituirá con otras alteraciones, el asentamiento de un fénomeno estadístico que engloba una gran cantidad de factores metabólicos negativos. Coloquialmente conocido como síndrome metabólico, aunque el término síndrome esté mal aplicado. La resistina, es una de las decenas de adipoquinas que puede liberar el tejido adiposo y las células blancas de nuestro organismo cuando existe un sobrepeso importante. Esta hormona está involucrada en la patogenia de la insulinoresistencia y conviene conocerla en el futuro.
La resistina es alta en personas con obesidad
A pesar de no tener aún una fuerte confirmación de que la resistina es una de las culpables de la insulinoresistencia, si que se ha comprobado que las personas obesas y con grandes porcentajes de grasa corporal presentan niveles más elevados de esta hormona.
En seres humanos, la resistina es sintetizada principalmente por macrófagos, nuestros fagocitos por excelencia que se encargan de retirar de la sangre restos de gérmenes, antígenos ambientales y multitud de desechos. Asimismo, el tejido adiposo, ya reconocido como un órgano endrocrino más de gran relevancia, es capaz de liberar a la sangre cantidades significativas de resistina.
Las personas con diabetes tipo 2 y resistencia a la insulina siguen siendo objeto constante de estudio. Es vital identificar cuales son los mecanismos que están alimentando este trastorno si queremos conseguir tratamientos efectivos a largo plazo que no sean sólo cronificar la enfermedad y atenuar algunos síntomas como es el caso de la metformina, los hipoglucemiantes orales y los análogos de incretinas. Medicamentos buenos pero que no curan ni solucionan nada. Sólo permiten que la persona pueda convivir mejor con su enfermedad.
La resistina es una hormona que está implicada en la patogenia de la dibetes tipo 2 y la intolerancia a la glucosa. Algunos de sus mecanismos de acción, poco claros aún, responden a un antagonismo con los receptores de adiponectina (hormona que aumenta la sensibilidad a la insulina), su inhibición de los procesos de autofagia celular, su interacción con el eje hipotalámico-gonadal o un bloqueo parcial de algunas enzimas tipo hexoquinasa (suponen el primer paso de la glucólisis) en células nerviosas, entre otras cosas.
Por si fuera poco, el daño endotelial que sufren las personas diabéticas no es menos importante, ya que fomenta el aumento de la inflamación, con la consiguiente agregación de plaquetas y macrófagos, estos últimos grandes secretores de resistina.
Se cree que la elevación de los niveles circulantes de resistina se ve estimulado por el acúmulo de grasa visceral. No podemos olvidar que esta situación es ideal para cultivar problemas metabólicos en el largo plazo. Cuando los depósitos de triglicéridos superan en velocidad a la proliferación y formación de nuevos adipocitos, a causa de la hiperfagia y la sobre ingesta, la grasa empieza acumularse en zonas que no están diseñadas para guardarla, al menos en grandes cantidades. Es el caso del tejido hepático, el páncreas, miocardio y el músculo estriado. Naturalmente, este acontecimiento despierta una profunda inflamación mediada por un disparo enérgico de citoquinas proinflamatorias (interleucina 1 beta, interleucina 6, interleucina 17, factor de necrosis tumoral alfa) que dañaran todos los tejidos a su paso.
Como regular los niveles de resistina
A día de hoy estoy centrándome mucho en el estudio de esta hormona, quedan infinidad de datos y detalles por descubrir y aclarar sobre la misma, ya que a nivel clínico no hay nada concluyente que pueda servir como certeza de que modular a la baja esta hormona suponga una mejoría sustancial o la reversión de la resistencia a la insulina y los problemas que ella conlleva.
Lo que está claro es que el ejercicio, el control del peso y una buena gestión de los niveles de glucosa es clave para atenuar su actividad. La masa muscular sigue siendo la reina, tanto a nivel endocrino como metabólico, apalancándose como siempre como el mejor profiláctico para la diabetes y el control de la obesidad. Nuestro entorno hormonal queda muy beneficiado si incluimos la práctica de ejercicios de fuerza con frecuencia y la reducción de alimentos insalubres como el abuso de carbodrogas, cuyo papel no es otro que desgastar y agotar nuestra actividad beta pancreática.
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