Los monos rhesus con dietas restringidas en calorías envejecen tan rápido como sus congéneres más rechonchos. Crédito: E. Bömsch/Imagebroker/FLPA
Artículo publicado por Amy Maxmen el 29 de agosto de 2012 en Nature News
La genética y la dieta sana tienen importancia para la longevidad.
Para aquellos que disfrutan de los placeres de la mesa, esta noticia puede suponer un alivio: recortar drásticamente las calorías no parece alargar el tiempo de vida en primates.
El veredicto, a partir de un estudio realizado a lo largo de 25 años en monos rhesus alimentados un 30% menos que los animales de control, representa otro golpe contra la idea de que un simple interruptor disparado por la dieta puede frenar el envejecimiento. En su lugar, los hallazgos publicados en el ejemplar de esta semana de Nature1, sugieren que la genética y la composición de la dieta tienen más importancia para la longevidad que el simple recuento de calorías.
“Pensar que un simple decremento en las calorías provocaría un cambio tan radical, era algo muy notable”, dice Don Ingram, gerontólogo de la Universidad Estatal de Louisiana en Baton Rouge, que diseñó el estudio hace casi tres décadas mientras trabajaba en el Instituto Nacional del Envejecimiento (NIA) en Bethesda, Maryland.
Sin embargo, cuando empezó el estudio en monos patrocinado por NIA, los estudios de restricción calórica en animales de vida corta apuntaban a un vínculo. Los experimentos han demostrado que la falta de alimento hacía que los nematodos vivieran más. Otros estudios habían demostrado que las ratas que se alimentaban con menos calorías mantenían un pelaje más brillante y un vigor juvenil superior a sus hermanas. Y estudios moleculares más recientes han sugerido que la restricción calórica – o los compuestos que podría imitarla – podrían disparan una cascada de cambios en la expresión genética que retardaría los efectos netos del envejecimiento.
En 2009, otro estudio2 que empezó en 1989 en el Centro Nacional de Investigación de Primates de Wisconsin (WNPRC) en Madison, concluyó que la restricción calórica extendía la vida en los monos rhesus. Los investigadores encontraron que el 13% del grupo a dieta falleció por causas relacionadas con la edad, en comparación con el 37% del grupo de control.
Una razón para la diferencia encontrada en los monos de WNPRC fue la alimentación con una dieta poco saludable, que hizo que los monos con menos calorías ingeridas estuviesen más sanos, en comparación con el resto, simplemente debido a que comían menos. La dieta de los monos de WNPRC contenía un 28,5% de sacarosa, en comparación con el 3,9% de la sacarosa del NIA. Mientras que las comidas de NIA incluían aceites de pescado y antioxidantes, las del WNPRC no. Rick Weindruch, gerontólogo del WNPRC que lideró el estudio admite que: “En general, nuestra dieta probablemente no era tan sana”.
Además, el grupo de control del WNPRC probablemente comía más en general, debido a que no tenían restricción en la cantidad de comida, mientras que los monos de NIA recibían una cantidad fija de alimento. De adultos, los monos de control del estudio del WNPRC pesaron más que sus homólogos de NIA. En general, los resultados del WNPRC podrían haber reflejado un grupo de control poco sano en lugar de un grupo de tratamiento de vida larga. “Cuando empezamos estos estudios, el dogma era que una caloría es una caloría”, dice Ingram. “Creo que está claro que los tipos de calorías que ingerían los monos creaban grandes diferencias”.
Los investigadores que estudian la restricción de calorías en ratones se han acostumbrado a resultados alternos, lo cual atribuyen a la diversidad genética entre las diversas razas. La genética probablemente también explica parte de la variación entre los estudios con monos, dado que los monos de NIA eran descendientes de razas de India y China, mientras que los monos de Wisconsin eran todos de la India.
Los efectos moleculares de la restricción calórica también han resultado ser complejos. Usando compuestos tales como el resveratrol, que se encuentra en el vino tinto, los científicos han disparado una respuesta de estrés que activa la restricción de calorías, lo que corta los procesos no vitales para favorecer a aquellos que nos defienden de las enfermedades. Pero la esperanza de que pudiese retrasarse el envejecimiento localizando un único gen o proteína en una única ruta molecular se ha ido apagando, dado que los investigadores han aprendido que las rutas clave pueden variar dependiendo de los animales. “Puede llevarnos una década descubrir las redes de la longevidad”, dice David Sinclair, genetista de la Facultad de Medicina de Harvard en Boston, Massachusetts.
Mientras tanto, hay una falta de pruebas de que la restricción de calorías frene el envejecimiento en los humanos. Los estudios observacionales han descubierto que la población de peso medio tiende a vivir más3. Nir Barzilai, gerontólogo de la Facultad de Medicina Albert Einstein en Nueva York, dice que sus estudios con personas centenarias le han llevado a pensar que la genética es más importante que la dieta y el estilo de vida. “Son un grupo de gordinflones”, dice.
Ingram se ajustaría a una descripción más matizada, quien disfruta de un ocasional festín de langosta de Louisiana. Ingram dice que pretende abordar estudios de cómo afecta al envejecimiento la composición de la dieta más que la ingesta de calorías. “¿El tiempo de vida humano está fijado?”, se pregunta. “Aún no me creo eso, ni por un minuto”.
Nature 488, 569 (30 August 2012) doi:10.1038/488569ª
Referencias:
1.- Mattison, J. A. et al. Nature http://dx.doi.org/10.1038/nature11432 (2012).
2.- Colman, R. J. et al. Science 325, 201–204 (2009).
3.- Berrington de Gonzalez, A. et al. N. Engl. J. Med. 363, 2211–2219 (2010).
Artículo traducido y posteado en Ciencia Kanija, el original se publicó en Nature, su autora es Amy Maxmen.