Suele ocurrir en este tipo de partidos, no es nada excepcional y nadie se ha sorprendido por ello. Cuanta mayor es la expectación que un enfrentamiento suscita, más elevadas serán las posibilidades de que éste no responda a la imagen que nos habíamos imaginado. Y así ha sucedido hace escasas horas en el Louisiana Superdome de New Orleans donde los Saints han ganado, por segunda vez este año, a los Vikings por 14 a 9. Del análisis sosegado de lo sucedido esta madrugada sobre el verde y artificial tapete del Superdome, pueden obtenerse una amplia variedad de conclusiones que van, para ambos equipos por igual, desde la esperanza hasta la preocupación.
Como bien comentaba el articulista Larry Holder, sin duda hoy resultará esperanzador para Sean Payton & company ver a su equipo ganar un partido de regular season anotando únicamente catorce puntos; ello habla bien a las claras del inmenso trabajo que los chicos de la defensa están realizando bajo las órdenes de su defensive coordinator, Gregg Frazier; jamás hubieran imaginado en New Orleans sumar una victoria con tan escaso resultado ofensivo. También serán destacables, aunque ello no es una novedad sino una continuación de lo que sucedió la pasada temporada, las secuencias de ataque de los Saints, alternando el juego aéreo con el terrestre y teniendo, en cada play, una multitud de opciones de recepción: Pierre Thomas registró ayer 71 yardas de carrera, mientras que los wide receivers Colston, Henderson, Bush y Meachem anotaban más de 30 yardas cada uno de ellos.
Minnesota también tiene motivos de satisfacción, Childress se acostará sabiendo que, por lo menos durante las próximas semanas, podrá depositar su confianza en la defensiva que Leslie Frazier ha construído, capaces de detener, como se comprobó ayer, a uno de los ataques más poderosos de la competición.
Pero el platillo negativo de la balanza no anda lo que se dice, vacío de contenido. De nuevo hablando de la ciudad que debe su nombre al Duque de Orléans, debo decir que me sorprendió la lentitud con la que el staff técnico corrigió, no sólo la selección de jugadas, sino el estilo de juego en conjunto; dos cuartos completos, o sea, medio partido –nada más y nada menos!-, tardaron en tener el tino suficiente como para detener esos enloquecidos drives que a muchos despertaron los peores recuerdos de épocas pasadas: ataques rápidos, juego aéreo a media y larga distancia, renuncia expresa del juego terrestre y ningún control del reloj es la descripción más ajustada de tamaño desastre. Así, no nos puede extrañar que al término del segundo cuarto, el marcador registrara un significativo 9 a 7 favorable a los Vikings. Las cifras hablan por sí solas: los Saints habían recorrido 148 yardas de pase (21 jugadas), por 9 yardas de carrera (3 jugadas); “en ese momento, estaban donde queríamos tenerlos”, ha declarado con acierto Brad Childress. Es verdad que con la reanudación del partido, el guión del partido se reajustó y los factores se reinvirtieron, pero dudo mucho que aún a estas alturas del día, los más acérrimos seguidores de los Saints hayan conseguido recomponer su característica flema. ¿Habrá sido suficiente toque de atención para el equipo?.
La situación en los Vikings es un poco más complicada pero mejorable. Si yo fuera el head coach de la franquicia me plantearía reunirme de urgencia con mi coordinador ofensivo y que éste me explicara con claridad porque el cuerpo de receptores nunca funcionó (¿o debería reunirme conmigo mismo?): los wide receivers recibieron una cantidad sonrojantemente escasa de pases; una única entrega para Percy Harvin, Greg Lewis, Bernard Berrian y Greg Camarillo; sin que ninguno de ellos superara las 15 yardas totales, a excepción del citado Camarillo (29). Solo Visanthe Shiancoe, en un rol protagonista un tanto extraño para un tight end, recepcionó cuatro pases con 76 yardas en su haber y anotando el único touchdown de la noche para los de Minnesota.
Con un equipo ofensivo como los Vikings, no todo puede justificarse por el aumento de la presión defensiva que los Saints desarrollaron en la segunda mitad del partido. ¿Dónde estuvo y por qué no se utilizó a Peterson en el rush final del encuentro?.
Pero quizá el aspecto que más me preocupó fue lo que “entre bambalinas” reflejó la televisión norteamericana. Brett es Brett y eso está fuera de toda duda pero la ausencia del training camp se paga no cuando finaliza sino cuando la temporada empieza y en este sentido fue creciendo la sensación de que la falta de compenetración de Favre con sus wide receivers fue una de las claves del partido inaugural. Un último dato: la estadística señaló ayer, antes de iniciar el partido, que los Vikings ganaban(14-5) cuando Peterson conseguía recorrer 100 yardas (o más); ayer se quedó en 87 y así lo pagaron los de Minnesota.
En cualquier caso, será bueno recordar, que estamos ante la primera semana de competición y que esto no ha hecho nada más que empezar pero… el tiempo vuela!.