Que no os he contado que el otro día fui a ver el examen de inglés. No me miréis raro, que no fui la única aprobada que se pasó por allí, jopetas.
Bueno, el caso es que allá que me presenté. Y saqué dos conclusiones/certezas. Primera: el programa informático de calificaciones de la EOI es una puñeta. Nerea se llama y te baja descaradamente la nota. Ya sabéis que para aprobar hay que tener un 6 sobre 10, no basta con el cinco raspado detodalavida. Así que en los writing, por ejemplo, puedes tener un 15 sobre 20, que detodalavida de nuevo es un 7,5, pero Nerea dice, tan maja ella, que verdes las han segado, y que tienes un 6.
Porque sí, qué queréis, a mi ese 6 en el writing me extrañó mucho. Y claro, es que no era un 6. Que estudiar no estudié, pero para algo más yo sabía que me daba. Jobar.
Y segunda conclusión/certeza: lo del oral fue peor de lo que suponía. Y ahí lo dejo, que tengo un prestigio que mantener.
Ante mi se expande ahora un verano en el que, pese al ímpetu inicial, no pienso hacer nada. Ni loca me arrimo a una academia, que hace mucho calor y no tengo ganas. Ya a partir de septiembre, iremos viendo. Lo que no termino de entender es que, llegados a este punto, en la EOI te recomienden directamente lo de la academia cuando preguntas, con pura inocencia, que qué puedes hacer para mejorar el inglés arapahoe que sale de tus lindos labios. Oiga, que esa respuesta ya me la sé.
Quiero decir que no me he pasado cinco años de escuela de idiomas para terminar así. O no tanto. No sé. Que se deberían emplear más a fondo con el speaking, las clases de conversación o los cursos de refuerzo, que aquí brillan por su ausencia.
Pero, vamos, que son sugerencias mías, que he terminado con un C1 raspadito y unas speaking skills bastante discretas. También hay gente que controla cosa mala y ni academia ni gaitas. Ca'uno es ca'uno, que decía aquel.
El caso es que ya tengo el C1 y ahora el siguiente paso -y la siguiente queja, ya que estamos- es el título. Porque ya que lo he aprobado, quiero un papel bonito e historiado donde diga que sí, que lo tengo. El problema aparece a la hora de solicitarlo, acción para la que hay que recorrer los siguientes pasos propios de un videojuego de aventuras:
1. Encuentre usted el apartado concreto en la web de la escuela. Un rato largo hasta que aparece.
2. Descárguese el famoso modelo 460 por cuatriplicado y rellénelo según el ejemplo que viene en la página. Cuatro veces. Lo mismo.
3. Descárguese otro folio, que es el de la solicitud propiamente dicha, y rellénelo también.
4. Acuda usted al banco X más cercano y pague 26 euros. Que no es mucho pero no lo acabo de entender, porque yo ya pagué en su momento 150 de matrícula, más lo pagado en los cursos anteriores. Y porque ese título es MÍO. Además tiene que ser una oficina de ESE banco en concreto, no puede ser otro. Un banco que por estos lares normalmente está arriba de gente. Hoy he ido y al ver el panorama, he pensado que el título tampoco me importaba tanto y que ya si eso me paso otro día.
5. Una vez cumplido el paso del apoquinar como corresponde, hay que llevar los papeles, con el sello del banco, a la escuela. Después, a esperar unos mesecillos hasta que llegue el dichosito título y tengas que volver a pasarte por la escuela a recogerlo.
Y digo yo que si en la era de internet y tal todo esto no se podría hacer de algún modo desde casa o desde tu oficina y tu aire acondicionado, con tu ordenador y tu tarjeta de crédito. Que yo no me niego a pagar, de verdad. Pero hacer una hora, como mínimo, de cola en el banco y cruzarme la ciudad -sólo- para llevar los papeles a la escuela con estos calores me apetece tirando a cero coma. Además de parecerme una pérdida de tiempo por lo dicho al inicio de este párrafo. Internet. Coño, que algunos aún no se han enterado de su existencia.
En fin. Burrocracia española. Qué más vamos a decir.