En los últimos años hemos vivido indudablemente una auténtica Revolución Bancaria; en 2007 el sistema financiero español contaba con unas cuarenta y cinco cajas y hoy prácticamente ya no queda ninguna. Por otro lado, se ha producido una auténtica reconversión del sector financiero que ha reducido significativamente el número de operadores, se han cerrado más sucursales bancarias que en cualquier otro período reciente y se están adecuando las plantillas a la situación actual.
Esto es así de tal manera que es muy posible que de aquí a unos años se vea este período de crisis como aquél en el que se fraguó un total cambio de modelo bancario. Es decir, el sistema bancario español está todavía hoy basado en un modelo de banca de proximidad en el que cualquier persona puede acceder al sistema, ser atendido en persona en cualquiera de las muchísimas sucursales abiertas, abrir cuentas y, en definitiva, acceder con total libertad y facilidad a los servicios bancarios. La base de este sistema es que las sucursales bancarias son relativamente próximas a los clientes, ya que prácticamente no hay barrio o pueblo sin una o varias oficinas de alguna entidad.
Desgraciadamente, uno de los pilares fundamentales de este modelo de banca de proximidad era el gran número existente de cajas de ahorro, y olvidemos que actualmente éstas o han desaparecido, o se han fusionado o convertido en bancos. Las cajas de ahorro, al menos en teoría, cumplían una función social de acercar el crédito al gran público y de revertir parte de sus beneficios a obra social, de ahí que históricamente hubieran apostado por un modelo de banca de particulares y tuvieran una gran cuota de mercado en ese segmento. De esta manera era normal encontrar sucursales de estas cajas en muchas poblaciones en las que los bancos no llegaban ya que no hay que olvidar que un banco es una sociedad mercantil y se rige por criterios estrictamente económicos y de rentabilidad. En la situación actual, al no existir prácticamente cajas de ahorro, el sistema de banca de proximidad es posible que esté en trance de evolucionar hacia otro más diferente.
¿Cómo puede ser el futuro?
Evidentemente, se trata sólo de conjeturas, pero hay que tener en cuenta de manera previa varios factores:
-La desaparición ya comentada del modelo de cajas de ahorro.
-La contracción del negocio bancario consecuencia de la misma crisis y la situación actual de tipos en mínimos históricos que hacen que la cartera viva de préstamos sea poco rentable.
-El hecho de que la expansión bancaria basada en el aumento del crédito se terminó con la crisis y ahora toca más que nunca minimizar los costes. Ello puede hacer reflexionar seriamente a muchas entidades de la conveniencia de mantener varias sucursales abiertas en la misma plaza, por el coste que ello conlleva.
-La lucha contra la morosidad, por el lastre que supone en los beneficios de las entidades debido a las dotaciones por insolvencias y a la bajada de valor del mercado inmobiliario.
-La constatación de que la banca por Internet tiene una buena aceptación social y de que cada vez hay más público que usa los sistemas de banca a distancia con asiduidad.
Hace poco pude leer en el periódico una noticia según la cual en Francia había un banco “low cost” donde para abrir una cuenta se debe ir a un estanco, el resto de operativa se hace por Internet. Éste puede ser uno de los tipos de banca del futuro, que de hecho ya existe hoy en día, la banca por Internet. Se trata de un modelo que tiene su público pero que adolece de un defecto importante, para acceder a la banca por Internet un cliente debe estar muy estandarizado, es decir, la banca por Internet, en general y según mi opinión, es útil a un perfil muy determinado de clientes y que estén encasillados perfectamente en los requisitos que la entidad pida. Por ejemplo, ser un particular, domiciliar una nómina, pagar recibos domiciliados o pedir alguna tarjeta; un cliente que no esté perfectamente dentro de esta “cuadrícula” difícilmente verá satisfechas sus necesidades.
Otro modelo de futuro puede ser la franquiciación del negocio. Es decir, que las entidades franquicien sus servicios en profesionales reputados que perciban un importe variable en función de varios baremos, la cartera, el negocio generado, etc. Este modelo ya existe, y últimamente ha aparecido algún nuevo operador que lo usa de momento con éxito. El problema de este sistema puede ser parecido al anterior, añadiéndole el problema derivado de los intereses del franquiciado, que puede ceñirse en vender sólo los productos que más le interesen y no en los que interesen más al sistema.
También puede existir la externalización de los servicios, como por ejemplo, contratar a una empresa para que se dedique a la atención diaria en las sucursales (caja, etc.) y dejar la gestión comercial activa para los empleados de la entidad. De esta manera los empleados podrían contratar los productos a los clientes en caliente directamente en una tableta mediante visitas externas y se dejaría el trabajo de sucursal al personal de la empresa contratada, que podría hacer el mismo servicio con un gran ahorro de costes. El inconveniente podría recalar precisamente en la calidad del servicio prestado por la empresa externa, aunque seguro que deberían cumplir altos estándares en este ámbito.
Por último, también podría haber una disminución en el número de oficinas, de tal manera que en ciudades medianas bastara con una oficina céntrica y grande. En esta oficina los empleados estarían dedicados a la gestión comercial y los servicios operativos estarían franquiciados o externalizados. El modelo de banca de proximidad cambiaría entonces en favor de un modelo donde la proximidad sería entre cliente y gestor más que entre sucursal y gestor, este modelo bien podría ser uno de gestor de proximidad.
No obstante, creo que todavía falta bastante para ver todos estos cambios, pues la operativa bancaria es muy compleja y diversa y muchas de sus operativas todavía necesitan de la banca de proximidad para su gestión. Tiempo al tiempo.