Revista Cultura y Ocio
Cuando se nos pregunta sobre los inventos más determinantes en la Historia de la Humanidad lo primero que se nos suele venir a la cabeza son descubrimientos decisivos como la brújula o la imprenta. Sin embargo, durante la Baja Edad Media se va a desarrollar un instrumento nuevo que va a revolucionar el concepto de tiempo: el reloj mecánico.
Hasta el siglo XIV, que será cuando este invento haga su aparición, la vida diaria se regulaba por el horario canónico. Las horas de rezo determinaban el ritmo de vida tanto entre los eclesiásticos como entre los laicos. Aunque los relojes, de sol y de agua por ejemplo, no eran algo desconocido, la precisión de estos no era demasiado exacta. El ritmo de vida se adaptaba a este horario llevando a cierta laxitud en el concepto de puntualidad: se sabía, a grandes rasgos, cuando eran los maitines, las vísperas o los laudes, pero no de forma concreta.
El desarrollo de las ciudades lleva a la necesidad de un sistema de medición del tiempo mucho más concreto para regular, de esta forma, su actividad. Vemos como, de esta forma, surge el reloj mecánico en el siglo XIV, instrumento que en un primer momento solo muestra el tiempo mediante el sonido y sólo tiempo después añadirá una esfera a su mecanismo. El concepto de tiempo cambia totalmente y la actitud de relajamiento frente al paso de las horas del día desaparece con dicho invento, que pasa a regular, de manera implacable, la vida de los habitantes de la ciudad y, muy posteriormente, del campo.
Este nuevo concepto de agobio por la pérdida de tiempo, el sentir que se llega tarde a todos los sitios, lleva a la nobleza a mirar con nostalgia el pasado, cuando un sistema mucho menos rígido regulaba su modo de vida. Surgen, por ello, los libros de Horas, como las célebres Muy ricas horas del duque de Berry, bellísimos códices miniados que no son más que el canto de cisne de un mundo que desaparece.
De esta forma el reloj mecánico impone su dictadura, regulando las vidas de los habitantes de un mundo mucho más avanzado pero en el que la anterior forma de regulación del tiempo es vista, a veces, como una verdadera utopía.