Rosa eres prohibida por espina; tallo amargo, verde hoja del jardín. Ilusión sofocada en el confín donde llora, vieja, ya la encina.
Columnas protectoras que se abren en franco paso a la entraña tibia, cuna de la fiebre y la lascivia erizando cinturas cuando oprimen.
Los mundos paralelos de tu seno apremian... ¡Que bello que me ahoguen! Es gemido, vagido primigenio.
Cuan doloroso es... Cuanto freno. Labios abiertos... Ojos que no temen. Desafío que no logro con ingenio.
Autor: C. D. Álvarez Añón