Seguramente conocerán la historia de los tres hombres y el elefante, una fábula tradicional recogida por el místico sufí Jalal al-Din Rumi en el siglo XIII: tres hombres ciegos tocan un elefante, tratando de averiguar cómo es: así para uno un elefante será algo curvo y duro, como un sable; para otro algo grueso y fuerte, como la columna de un templo; para otro una cuerda delgada y fuerte.
Sirva esta metáfora de la imposibilidad de conocer el todo tocando sus partes aisladas para confesar que, tras haber leído La Rosa, prefiero reconocer que no doy por leído a Robert Walser. Porque, sin duda algo debe tener un autor que mucha gente defiende como tocado por la gracia: el favorito de Kafka, especialmente apreciado por Robert Musil o Elías Canetti. No seré yo quien los contradiga, líbreme el Señor.
Por eso prefiero esperar para opinar. Porque, entrar en la Rosa, la última de sus obras, sin antes conocer al autor, es perderse en un maremágnum de ideas, pensamientos, momentos, cuentos y cuentitos que en la mayoría de las ocasiones a uno se le antojan ininteligibles, como no sea como apuntes del camino del que al parecer era un gran caminante.
Lo dicho, lo dejo en los pendientes. Porque, hay demasiadas recomendaciones de Walser por ahí como para que se equivoquen. Pero les recomiendo que empiecen por otra.