El otro día hablaba con su mejor amiga sobre qué les atrae a los hombres. Y se sonreía porque un hombre con mucho criterio le había dicho que ella tenía clase. Lo contenta que se va a poner su estilista con lo que siempre le ha reñido por sus maneras y su estilo más que casual, “me cago en diez”. No se cansa de decirle que lo fundamental son unos buenos zapatos y un buen bolso. “Un buen bolso, nena, es tu carta de presentación. Por lo demás, tú vas mona siempre”.
Su estilista fue quien se lo enseñó todo. A erradicar las botas blancas de su armario, a invertir en un buen sujetador, a que menos es más, al total look, a que hay vida más allá del negro y a dar una oportunidad a la ropa, como a las personas. Su amiga le decía que hay personas con porte natural y ella no dejaba de bendecir que Gloria de Pablo hubiera entrado en su vida porque no era su caso, con sus manías absurdas y su losa de ser de barrio.
Helle Thorning-Schmidt. Foto de AFP/Jonathan Nacstrand
Y su amiga le puso como ejemplo a la primera ministra danesa de la que no había oído hablar en su vida hasta la selfie –la autofoto- con Cameron y Obama en el funeral de Mandela. La elegancia de Helle Thornining-Schmidt nunca ha sido perdonada por la clase media danesa a pesar de la extracción humilde de la socialdemócrata. Thorning-Schmidt nació en Ishø, un barrio con fama de gueto, y su debilidad por la ropa cara le valió su apodo de Gucci Helle. Apodo con la que la bautizó, cómo no, un hombre. Oponente de su mismo partido.
Foto: EFE. De izquierda a derecha: David Cameron. Helle Thorning-Schmidt, Barack y Michelle Obama, en Johannesburgo, en el funeral de Mandela
A una mujer no se le perdona que sea lista y guapa. Sobre todo guapa si ostenta un cargo de poder. Todos creen saber cómo lo ha conseguido. Por eso, los comentarios acerca del supuesto enfado monumental de Michelle Obama por el flirt con la rubia le parecen de un machismo redomado. Fundamentalmente porque en la secuencia se ve cómo en las primeras fotos Michelle hablaba animadamente con Helle, porque en la autofoto también arrimaba cebolleta Cameron y porque, sobre todo, el fotógrafo de AFP, Robert Schmidt, que tomó la foto de la discordia, ha mantenido que el gesto de Michelle fue casual. Y para nada provocado por el comportamiento infantil de su marido haciéndose fotitos en un funeral. Lo del tirón de las rubias de barrio es ya otra columna.