Ayer terminé, cómo son las cosas, La rubia de ojos negros de Benjamin Black (pseudónimo del gran escritor John Banville), justo después de contar un capítulo más de la historia de mi amigo Alonso. Ambas, sin contar el enorme abismo que separa a sus dos autores, hablan, al final, de lo mismo: de las mujeres fatales y del amor.
La rubia de ojos negros es una fenomenal novela negra que narra una nueva peripecia de un detective legendario, Philip Marlowe, creación original de Raymond Chandler. Este investigador cumple a la perfección con el arquetipo del detective privado de novela estadounidense: es un hombre duro y pesimista, que se rige por sus propias aunque férreas normas. Sin embargo, la versión que nos dibuja John Banville es más humana y frágil, lo que también hace que sea más fácil encariñarse de él.
Se encuentra Marlowe al comienzo de la novela sin mucho que hacer, esperando en su solitario despacho a que aparezca algún trabajo que le ayude a pagar sus facturas. Es entonces cuando aparece Clare Cavendish, una espectacular mujer rubia de ojos negros, misteriosa y seductora, que desea que encuentre la pista de su amante desaparecido: un granuja llamado Nico Paterson.
Este comienzo, tan ordinario, da lugar a una novela fresca y entretenida, donde nos adentramos tanto en una oscura trama de intereses económicos, como en la tortuosa relación que comienzan a entrelazar al detective y a la rubia de ojos negros, prototipo de la mujer fatal que es más compleja y débil de lo que en un principio da a entender con sus acciones.
Si os gusta la novela negra y las historias de detectives privados,no podéis dejar de leer La rubia de ojos negros, de la que me atrevería a decir que se va a convertir en todo un clásico del género. Su cuidado estilo, elegante y sencillo como pocos, hacen la lectura rápida y amena, así que es fácil devorar el libro en escasas sesiones de lectura.