Revista Arte

La sabiduría de la enfermedad terminal

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

El cuerpo, es el vestido del alma, sí, el cuerpo tiene forma, pero originalmente no lo tiene, es sólo cuando al entrar en contacto con el alma que este adquiere su forma.
Su divina gracia A.C Braktivedanta Swana Prabhupada

Cuando se es pequeño nos vamos descubriendo a través de cada uno de nuestros cinco sentidos, y buscamos experiencias para palpar la vida, por ello nos volvemos sordos ante las advertencias, necesitamos probar, reconocer en las texturas, en los sabores, aromas, en lo observado, corremos, nos caemos, y ahí entre el dolor, el llanto, contemplamos una parte del cuerpo dañada, donde la piel se recorre, la sangre cae, resbala dejándonos percibir la vida pero al mismo tiempo irse.

La sabiduría de la enfermedad terminalEsta imagen tan cotidiana en la infancia, y recurrente en algunos momentos, es un metáfora de la vida la cual en un momento decide irse de manera instantánea o lentamente a través en ocasiones de una enfermedad terminal, la cual causa dentro de las personas que la padecen un profundo miedo y aferre a la vida.

Pero, ¿por qué causa tanto temor una enfermedad mortal? ¿por el dolor, el sufrimiento, o por saber que se terminará nuestro tiempo en el cuerpo y en el mundo?

Las preguntas formuladas anteriormente basadas en el miedo, no tienen razón de ser, si nos contemplamos plenamente en la vida traemos la muerte. Cada uno de los seres humanos vivimos, nos llenamos de experiencias, de amigos, nos enriquecemos con viajes, con libros, con amores, entre otras muchas cosas, con la finalidad de vivir plenamente, pero de manera inconsciente para morir en paz, para dejar el cuerpo satisfecho, para evitarnos el "hubiera" y también para eliminarlo de las personas, vivir plenamente significa que no sólo uno mismo debe de recorrer cada día como si fuese el último en cuestiones de experiencias, sino también de amor, de amistad, de serenidad y de tranquilidad hacia nuestros seres queridos, porque morir en paz significa no sólo vivir en plenitud sino que dejar tranquilidad en cada una de las personas alrededor.

La sabiduría antigua, particularmente el Talmud, dice, la sabiduría del mundo se encuentra en el propia cuerpo, así como un paso nos enseña la necesidad del otro para caminar, también explica que el cuerpo dividido en derecha - el pasado - e izquierda - el futuro - tiene como hoy la cabeza, el rostro, por ello está en el centro, para comprender que el hoy es lo que somos, el pasado y el futuro se tienen como apoyos, pero para ser y encontrarse con la existencia y con el otro, sólo se tiene el rostro, el hoy, tan difícil de comprender, de vivir porque siempre se está cargando con el pasado y viviendo con el mañana, sin vivir el presente, por ello da miedo la muerte, porque se morirá sin haber vivido, y sí, regularmente se muere entre lo que se fue y se anhela ser.

Cuando muere una persona se recuerda lo que hizo o lo que no hizo, lo que quería hacer y no llegó a ser, pero casi nunca se menciona su instante, se añora lo que dejó, lo que ya no dará, pero no se agradece lo que ofrece en su muerte, se vive sumergido en el tiempo, en la visión del reloj, en los minutos, segundos y horas inventadas por el miedo a la eternidad, porque, ¿realmente existe el tiempo, si es así por qué cualquiera puede decir si son las nueve o las ocho, por qué puede acomodarse un reloj a conveniencia?, existen estaciones, etapas, el amanecer, el atardecer, el anochecer, ciclos de la naturaleza, estos existen y nadie por más que quiera o lo decida puede modificarlos, pero el tiempo en la actualidad se vive a conveniencia.

La vida es hermosa y más cuando se la vive lentamente, contemplándola, cuando se le encuentra la relación con la naturaleza. La sabiduría oriental explica, que nadie ve a la naturaleza de la misma manera porque la percibimos a través de lo que llevamos en nuestro interior, y es a través de esta contemplación que podemos ver nuestro interior, saber lo que nos perturba, nos duele, atormenta, nos da tranquilidad, es decir, así como el espejo nos ayuda a ver nuestro físico, la naturaleza nos enseña y muestra nuestro interior.

La naturaleza nos enseña que tenemos una sola existencia, pero vida, hay muchas. En el antiguo oriente, el día se entendía como una nueva oportunidad. Cada día es una vida distinta, cada noche es una pequeña muerte, esto significa que en nuestra existencia tenemos cientos de vidas y cientos de muertes, entonces, ¿por qué tenerle miedo? Tenerle miedo a la muerte es como temerle a dormir. En esta enseñanza se comprende que la mejor forma de vivir es aceptando el propio duelo, cuando se asimila que todo principio tiene en sí mismo el final, cuando caminamos tomando de la mano a la vida, a la muerte y hacemos a ambas parte de nuestra existencia las amaremos de la misma manera.

Cuando se da dirección espiritual a personas con enfermedades terminales, se les escucha hablar con añoranza de lo fueron, hablar con nostalgia de lo que no llegaran a hacer, pero nunca mencionan lo quieren hacer en ese momento, preguntan ¿y ahora qué voy hacer? ¿qué tengo hacer? La respuesta es muy sencilla, vivir, hacer lo que hasta ahora se hace por amor y gusto, dejar de hacer lo que no se hace con pasión, lo que debe de hacer cualquier persona enferma o no, al final de cuentas una enfermedad terminal no nos termina el tiempo preciso de vida, solamente nos hace conscientes de la manera en la cual estamos viviendo, es una oportunidad para analizar y comenzar a vivir como realmente se quiere.

A. Schake escribió "Nadie sabe a cuántos años puede equivaler un minuto de vida", y esta frase es muy clara cuando alguien se enfrenta a una enfermedad terminal, el tiempo cronológico no determina realmente la vida vivida en favor de la existencia.

Cualquier enfermedad causa temor porque enfrenta a la persona con su humanidad, con lo que realmente es, una enfermedad llega cuando el cuerpo y el alma son conscientes de que la persona necesita estar un tiempo consigo mismo, relajarse, dedicarse tiempo, pensar en sí mismo, en lo que es, separa a la persona de ambiciones, de poder, de estrés, de prisas.

La sabiduría de la enfermedad terminal

Dice un proverbio árabe

" la enfermedad es el dulce susurro del amor que el cuerpo le tiene al yo".

Es la manera en la cual el cuerpo se comunica con el yo y todos sus lenguajes, emociones, sensaciones, pasiones, silencios, mente, razón, alma, espíritu, la enfermedad guía a la persona a regresar a su esencia humana.

El poder nos hace individuos, seres útiles y desechables, la sociedad nos hace personas, nos pone máscaras para actuar dependiendo las circunstancias, y nuestro cuerpo, sus lenguajes y su enfermedad nos retorna a nuestra humanidad, nos hace soltar todo lo que pesa, nos muestra lo escrito en uno de los principios budistas, "toda espera, causa sufrimiento".

Cuando se tiene una enfermedad terminal, la espera deja de existir, comienza a disfrutarse cada respiro, a percibir la perfección del mundo, el dolor del cuerpo hace percibirlo, agradecer, hay una reflexión milimétrica de la vida, la oración se vuelve una ofrenda no una rutina, los pensamientos se expanden, el misterio se hace claro y se vive sin tiempo, como siempre debió de haber sido.

Tener una enfermedad terminal no nos quita vida, simplemente es la manera en la cual toca morir dentro de la diversidad de formas que tiene la muerte, esa muerte que sólo cumple con ser el más grande misterio de la vida y sin la cual vivir no tendría un verdadero sentido.

El universo se crea de los pensamientos de cada persona por ello se extiende y se destruye, es nada y a la vez todo. La naturaleza es sabia, por ello la persona muere en el instante preciso, donde la naturaleza decide que es momento de perpetuar ese conocimiento y eternizarlo, por ello el cuerpo regresa a la tierra y la energía se expande en el universo.

Sabiduría del Oriente antiguo.

Porque todo tiene un tiempo

Un tiempo de vivir un tiempo de morir

Libro del Eclesiastés.

La sabiduría de la enfermedad terminal

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