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La nueva Samaritaine reabrió sus puertas tras una profunda restauración que incluyó las fachadas e interiores de un edificio estilo Art Nouveau que data de 1869. Ubicada frente al rio Sena, esta icónica parada parisina se erige como un complejo de usos mixtos que contiene 20.000 metros cuadrados de espacio comercial distribuidos en tres plantas, viviendas sociales, espacios para oficinas, una guardería y un hotel.
El proyecto de refacción, liderado por el estudio japonés Sanaa en colaboración con Lagneau Architectes, Francois Brugel Architectes y SRA Architectes, resulta una oda al vidrio como material versátil, contemporáneo y resistente que convive con elementos antiguos de la arquitectura original.
La historia del edificio se remonta al último tramo del siglo XIX, cuando el magnate Ernest Cognacq abrió por primera vez los almacenes Samaritaine. La obra estuvo a cargo de los arquitectos Frantz Jourdain y Henri Sauvage, quienes incorporaron muchos elementos icónicos del Art Nouveau y el Arte Deco como letras pintadas, motivos florales y elementos de vidrio adornando la fachada.
Tras su época de oro, el negocio cerró sus puertas en 2005 por preocupaciones sobre la seguridad edilicia y decisiones comerciales dudosas. Unos años después la multinacional de artículos de lujo LVMH adquirió la propiedad e impulsó la reforma.
El complejo está compuesto por cuatro edificaciones, entre las que suman unos 48.000 metros cuadrados en total. Las fachadas representan un diferencial, estableciéndose una conexión entre el muro histórico que da al Sena y una nueva ondulada, de estilo futurista, hacia la rue de Rivoli.
Las ondulaciones de la nueva fachada son un guiño al estilo Haussmann de los ventanales de edificios circundantes y colaboran a suavizar la estética de la construcción que cubre. Como si fuera una cortina de piel que recorre todo el exterior, la superficie curva resalta especialmente en comparación a las fachadas planas que la rodean.
Los arquitectos también han introducido cápsulas de vidrio en los interiores para ayudar a filtrar la luz por cada rincón del complejo, estructuras especiales como marquesinas de vidrio y pasillos o pasarelas estructurados en este mismo material que aseguran la transición entre volúmenes construidos.
El cristal antiguo del techo, original de 1907, con una superficie de 37×20 metros, tuvo que ser reemplazado por cuestiones de seguridad. Para esto se llevó a cabo una sustitución por 2.300 paneles de vidrio electrocrómico, que tiene la propiedad de cambiar de color con la luz del sol. Esta particularidad garantiza, además, un alto rendimiento térmico y condiciones confortables en el interior sin necesidad de equipos de contención como persianas o parasoles.
Créditos fotográficos: Jared Chulsky – ArchDaily
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