La hija del diplomático
Ana Bolena nació en el castillo de Hever, la mansión de la familia Boleyn, en el condado de Kent en 1501. Ana era hija de Thomas Boleyn, un diplomático respetado en la corte y su esposa, Lady Elizabeth Howard. Ana tenía dos hermanos, María y Jorge, con los que pasó su infancia tranquila en Kent hasta que su padre fue enviado por el entonces rey Enrique VII en misión diplomática a distintas ciudades europeas.Cuando los Boleyn llegaron a los Países Bajos, la entonces gobernadora Margarita de Austria, tía del emperador Carlos V, quedó prendada de la elegancia de Ana hasta tal punto que la acogió como menina en su corte, donde permaneció hasta 1514. Su presencia fue reclamada en París junto a su hermana María para ejercer de dama de honor de la entonces reina de Francia María Tudor, esposa de Luis XII y tiempo después de la nueva reina Claudia.
Una dama en la corte inglesa
En 1522 Ana volvía a Inglaterra convertida en una dama elegante y educada que pronto atrajo las miradas de los miembros de la corte del nuevo rey Enrique VIII. En el nuevo escenario cortesano, el rey estaba casado con Catalina de Aragón, con quien sólo había tenido una hija, María, y mantenía una relación extramatrimonial con María Bolena, hermana de Ana.Fue en un baile de la corte donde Ana brilló con luz propia y captó la atención del rey quien desde entonces estuvo obsesionado con ella. Además, Ana supo jugar muy bien sus cartas. Si algo tenía claro era que no quería ser una amante más. Ella quería ser reina. Para ello no dudó incluso en poner tierra de por medio y ponerle las cosas difíciles a Enrique aunque fuera el rey. La jugada le salió bien y Enrique VIII llevó su obsesión a las últimas consecuencias.
La segunda esposa de Enrique VIII
La decisión de separarse de Catalina no fue solamente por su enamoramiento de Ana. Su primera esposa no le había dado el heredero deseado. A esto se añadía que Catalina era tía del emperador Carlos V, su máximo enemigo en Europa, por lo que hacía muy complicada su política exterior. La opción de estar con Ana no sólo le daría esperanzas de concebir un vástago sino también le abría las puertas a enfrentarse abiertamente con el imperio.
El hecho de que Catalina hubiera estado casada primero con su hermano mayor, el fallecido príncipe Arturo fue el argumento utilizado por Enrique y sus asesores políticos para afirmar que su matrimonio con la esposa de su hermano no podía ser válido. Catalina de Aragón murió años después asegurando con firmeza que no había consumado su matrimonio con Arturo y que ella había sido la única reina legítima de Inglaterra.
En 1527 Enrique VIII solicitó la nulidad al Papa Clemente quien, por su parte, se encontraba amenazado por el emperador Carlos V y sus tropas.que habían entrado en la Ciudad Eterna en el conocido como Saco de Roma.
Mientras el rey lidiaba con el papado para conseguir anular su primer matrimonio, Ana se quedaba embarazada. En 1532 Ana comunicaba a Enrique que esperaba un hijo, lo que precipitó los acontecimientos. Pocos meses después desheredaba a su primera hija, María, anunciaba la anulación de su matrimonio con Catalina y se casaba con Ana quien fue coronada reina de Inglaterra el 1 de junio de 1533. Tres meses después Ana daba a luz a una niña a la que pondrían de nombre Isabel.
En noviembre de 1534 Enrique VIII firmaba el Acta de Supremacía por la que se autoproclamaba cabeza de la iglesia de Inglaterra.
La reina decapitada
La felicidad de la nueva reina de Inglaterra duró muy poco tiempo. Tras la muerte de Catalina de Aragón en 1536, Ana daba a luz a un niño muerto. Enrique no se dignó a acudir al lecho de su esposa a consolarla. Ya había encontrado consuelo en otra dama, Juana Seymour.
Obsesionado por conseguir el ansiado varón, el rey decidió deshacerse de Ana y no dudó en hacerlo de la manera más cruel. La reina fue acusada de adulterio por haber mantenido relaciones con distintos caballeros de la corte que confesaron bajo tortura y haber tenido relaciones incestuosas con su propio hermano.
Ana Bolena fue trasladada a la Torre de Londres donde donde fue decapitada el 19 de mayo de 1536. Ana subió al patíbulo con toda la dignidad de la que fue capaz y defendiendo en todo momento su inocencia.
Enrique VIII no esperaría demasiado para casarse con Juana Seymour, la que se convertiría en su tercera esposa.
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