Una de las cosas buenas que tiene la lluvia es que hace que se forme barro en todos los lugares y que la actividad de los animales no pase desapercibida. En este caso, no es la lluvia, sino que son los riegos de los campos que al salirse una vez más del campo que están regando, inundan el camino que conduce a mi casa dejándolo prácticamente impracticable de baches y barro. Las huellas que os muestro hoy son las producidas por un caracol al cruzar un charco. Podemos apreciar la trayectoria más o menos rectilínea que se interrumpe cuando pasa por encima de una piedra. Estamos más acostumbrados a ver las marcas en forma de senderos brillantes que dejan los caracoles sobre otros sustratos como piedras u hojas anchas de plantas.
Los lugares con gran humedad ambiental es el medio ideal para los caracoles. En esos medios no corren el riesgo de secarse por el calor del sol y no necesitan moverse por la noche, cuando la humedad es mayor. A la izquierda os pongo la foto de un rastro de caracol atravesando el mismo camino pero esta vez seco, para que os hagáis idea del sufrimiento del pobre caracol cuya baba ha quedado reducida a unos pegotes de barro. Al parecer salió con la humedad de la noche y “se le hizo tarde” para volver a casa. Si el viaje hubiese sido algo más largo podría haber muerto deshidratado.