Dejando claro que cada cual es libre de testimoniar su vida de la manera que quiera, con la frecuencia que desee y usando el medio que escoja, este tipo de conductas de autoexposición sí que pueden tener una serie de implicaciones psicológicas que merece la pena revisar:
- Perderse el momento. Por estar tan pendientes de grabarlo para la posteridad, dejamos de prestarle atención a lo verdaderamente importante: vivir y disfrutar el presente.
- Fomenta la comparación. Y los psicólogos estamos hartos de decir (porque es verdad) que estar continuamente comparándose es malo, muy malo para la salud mental. Porque tendemos a ver en el otro nuestras propias carencias, y de ahí derivan problemas de autoestima y creencias irracionales que dañan nuestro bienestar emocional.
- Puede provocar adicción. En realidad, cualquier conducta que provoque una recompensa química en el cerebro (que nos haga sentir bien) puede volverse adictiva. La patología aparece cuando esa conducta genera una fuerte dependencia psicológica o no nos deja disfrutar de otras actividades o interfiere en asuntos importantes de nuestra vida cotidiana.
- Crea dependencia sobre la opinión de los demás. ¿Qué pasa si mi foto no recibe ningún "Me Gusta" o no lo retuitea nadie? ¿Deslegitima mi experiencia? ¿Lo que he hecho no ha estado bien, no debería hacerlo más, no le importa a nadie, no importo yo, no gusto...? Al final tu mente puede convertir en una tragedia lo que es una simple y llana realidad: hay mucha gente para la que no existes.
- Y, sobre todo: genera una falsa sensación de vacío. La sensación, precisamente, de que no existes, de que no lo has hecho, de que no has estado allí, si no lo publicas o si no te lo valoran.
E insisto, no pretendo aleccionar ni censurar a nadie. Yo mismo me expongo con frecuencia en las Redes Sociales, no te sientas aludido tú si lo haces. Pero si sientes la presión o la necesidad de publicarte la próxima vez que estés en un escenario ilídico, que te montes una juerga de escándalo o que te salga un plato delicioso (sobre todo esto último por favor, que entra mucha hambre) prueba a no promulgarlo. Sólo por probar.
Exímete de esa necesidad, de esa presión, disfruta del momento presente con plenitud, y quizá entonces esa fastidiosa sensación de no haber estado estado allí se transforme en otra bien distinta.
En una sensación de libertad.