Revista Psicología

La sexualidad desde el psicoanálisis

Por Psicoanalistalauralopez
LA SEXUALIDAD DESDE EL PSICOANÁLISIS

   La sexualidad en psicoanálisis ha sido y sigue siendo motivo de grandes controversias y duras críticas. Por ello es conveniente delimitar esta cuestión para entender a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de sexualidad.    El vocablo sexus de origen romano es una derivación del vocablo latino secare que significa “desunir o cortar”. Durante siglos sexus sólo hizo referencia a lo orgánico masculino o femenino. Fue siglos después durante la época Victoriana que el término sexo se difundió ampliamente y conceptos como instinto sexual, moralidad sexual, acto sexual, etc., se popularizaron de manera que su fin fue instaurar una ideología represiva de la sexualidad. La sexualidad es, pues, un sistema muy complejo con múltiples niveles que comprende desde el nivel biológico hasta el nivel cultural, incluyendo las relaciones, lo social... Cuando se habla de sexualidad, vemos cuán limitado es pensarla exclusivamente como genitalidad.   Es decir, la sexualidad es la relación del sujeto con el entorno desde sus propias necesidades y deseos, regidos por el principio del placer. Todo aquello tocado por la palabra, que es lo genuinamente humano. Algo tan fisiológico como el hambre, la respiración, la función excretora... vemos que no se reducen exclusivamente al orden de la necesidad, incluso van a tener que ver con la manera de relacionarnos (como ejemplo persona que no come porque ha tenido una disputa con un familiar, alguien que se “descompone” ante una situación concreta o el enamorado que no tiene apetito porque “se siente lleno”).   La sexualidad se inicia desde el momento mismo del nacimiento, un instinto sexual sujeto a una evolución, donde el niño, más allá de la necesidad, irá perfilando ciertas zonas erógenas como fuentes de placer, sucumbiendo a una represión progresiva (por medio de la educación). Va conquistando así su propio cuerpo para relacionarse con el medio.    Coexiste aún una concepción popular por la cual se niega la sexualidad como parte de la niñez, abjudicando su aparición en la pubertad. Así determinadas actitudes prematuras en el niño como la masturbación, la simulación del coito les han valido para darle el calificativo de degeneración, cuando, como veremos, forman parte del desarrollo normal. Esto se debe, en parte, a que los adultos adolecemos de la llamada amnesia infantil, por medio de la cual no recordamos nuestra propia niñez.    Todo nuestro cuerpo es susceptible de excitación, pero en concreto podemos distinguir determinadas zonas erógenas que van a ser determinantes en nuestro desarrollo. Se establecen tres caracteres esenciales de la manifestación sexual infantil: se apoya en alguna de las funciones fisiológicas de más importancia vital, es autoerótica (no tiene objeto) y su fin sexual se halla bajo el dominio de una zona erógena. En base a ellas, distinguimos:
ETAPA INFANTIL FASE ORAL (desde el nacimiento hasta los 12-18 meses). El niño necesita de unos cuidados para poder sobrevivir, esto es, de la función materna (no tanto si es la madre o el padre, sino un cuidador) y es a través de la boca, en el pecho de la madre donde el niño comenzará a calmar el hambre. Pero, una vez que aprende a succionar, vemos cómo en el chupeteo encuentra una gran satisfacción. El acto es autoerótico porque utiliza preferentemente una parte de su propio cuerpo (ejemplo el dedo).Va comenzando a llevárselo todo a la boca, como un modo de conocer. Se perfilan la boca, los labios, como una zona erógena, donde ya no es la necesidad fisiológica la que lo impulsa a succionar, sino el propio placer despertado en ello. En lo sucesivo, en el recorrido hacia el dominio de las sensaciones y excitaciones desde el propio cuerpo hacia el exterior, las etapas van sumándose, no desaparecen, se incluyen en nuestra manera de relacionarnos. Vemos esta cuestión con lo oral, ese placer con la boca cuando, por ejemplo, comemos, bebemos, hablamos,fumamos en exceso. En palabras de una paciente, extraído de la obra de Sigmund Freud: “No todos los besos dan el placer que da el chupete. Es imposible describir el placer que se siente en todo el cuerpo mientras se chupa. Parece se sale de este mundo, se siente una totalmente feliz y satisfecha y no desea nada más. Es una sensación maravillosa. Es algo inefable. No se siente ningún dolor, ninguna pena, y le parece a una transportarse a otro mundo.” FASE ANAL (12-18 meses hasta los 3 años) De la sensaciones provenientes del aparato excretor el niño va adquiriendo el control de sus esfínteres, donde retener y expulsar supone una excitación de las mucosas intestinales y una voluptuosidad. Comienza a diferenciar lo que es la pasividad y la actividad y a desarrollar su primera represión de sus posibilidades de placer (no puede hacer sus necesidades en cualquier sitio) y un modo de relación con el exterior (recibe atención por parte de la madre). El niño considera los excrementos como parte de su cuerpo y les da la significación de primer regalo, con el cual puede mostrar su docilidad a las personas que le rodean o su negativa de complacerlas. Supone una de la raíces del estreñimiento tan frecuente en los neuróticos, que poseen usos y ceremonias mantenidas por ellos en el más profundo secreto. En los neuróticos hay una gran cantidad de trastornos digestivos. FASE FÁLICA (3 hasta 6 años)   Las sensaciones de placer que emanan en esta zona acontecen en su más temprana infancia (en los baños, cambios de pañal, contacto con las secreciones..) y conllevan a un deseo de repetición. El pudor, la repugnancia y la moral aún no están constituidas en esta época infantil, por lo que es frecuente el placer de mostrar su cuerpo desnudo, que se acoge además a su curiosidad de ver los genitales de otras personas.    Hay una aproximación a la constitución definitiva de los instintos parciales (la boca, el ano..) y su subordinación a la primacía de los genitales, pero aún no han alcanzado la madurez suficiente para la reproducción.    En esta fase acontece el llamado Complejo de Edipo, importantísimo pasaje para el sujeto psíquico, pues va a actuar como máquina hominizante (el cachorro humano entra en la civilización), donde se instaurará la instancia inconsciente, preconsciente y consciente. Digamos que va a separar al niño en su imaginario, de esa célula narcisística madre-hijo, se va a desatribuir toda esa totipotencia que se le atribuye a la madre. Entrará así en el mundo. A través de la amenaza de castración (por la masturbación, aunque la amenaza no se haya expresado de una manera directa, por esos deseos sexuales hacia la madre), el niño teme la pérdida de su más preciado órgano. Aunque en un principio tanto los niños como las niñas creían que todas las personas poseían el mismo órgano, tras sucesivas contradicciones (imaginan que a las niñas ya le crecerá) y sucesivas luchas interiores, no pueden más que sucumbir ante esta supuesta evidencia: las niñas están castradas. El niño entonces se identifica con el padre por esa angustia de la castración y en la niña surge la envidia del pene y la identificación con la madre, al tiempo de cierta hostilidad hacia ella por esta carencia.   En su investigación sobre de dónde vienen los niños, motivada bien por el instinto de saber (sobre los 3-5años) y por la posible aparición de un hermanito, el niño cree que por medio de la ingesta (proveniente de la etapa oral) la madre quedó embarazada y que, posteriormente, lo expulsará por el recto (fase anal), esto es, la teoría de la cloaca, por lo que fantasean con la posibilidad de que a ellos también le ocurra. Después van a creer que los sacan por la barriga, como el cuento de caperucita roja.   El complejo de Edipo es el complejo nodular de la neurosis y constituye el elemento esencial del contenido de estas enfermedades. En este periodo el Edipo sucumbe a dolorosas desilusiones, ya que está fundado en un desencuentro inicial, ama y odia a ambos padres de manera ambivalente y también los desea, por lo que se topa con una absoluta imposibilidad.    Lo importante no son las excitaciones sexuales que el individuo hubiera experimentado en su infancia, sino sobre todo su reacción a tales impresiones (fantaseadas o no) y el haber respondido o no a ellas con la represión. El neurótico adulto trae consigo desde su infancia cierta medida de represión sexual que se exteriorizaba luego bajo la presión de exigencias de la vida real.

PERIODO DE LATENCIA   Acontece a partir de los 5 ó 6 años, donde esa producción de la excitación sexual sufre una detención (por haber sido reprimida en el Complejo de Edipo), por un lado se forman mediante la represión reacciones para la construcción de posteriores diques sexuales y por otro, aquellos componentes sexuales destinados a formar sentimientos sociales.
LA METAMORFOSIS DE LA PUBERTAD (11-12 años)   El instinto sexual del adulto queda originado por la reunión de muy diversos impulsos de la vida infantil, en una unidad, una sola tendencia a un solo fin, el de la función reproductora. No es hasta esta fase que hay una diferenciación sexual en cuanto a la elección de objeto, femenino, masculino, exento en la etapa infantil, debido a que la preferencia es la forma pasiva o autoerótica de los instintos sexuales (pasivo corresponde a la posición femenina y activo a la posición masculina) iguales en ambos sexos.   La normalidad de la la vida sexual se produce por la confluencia de las dos corrientes dirigidas sobre el objeto sexual y el fin sexual, la de ternura y la de sensualidad. Digamos que el instinto sexual se pone al servicio de la función reproductora. Sigmund Freud en su texto “Sobre una degradación general de la vida erótica”, refleja esta cuestión en determinados hombres donde estas dos corrientes, la cariñosa o de ternura y la sensual no han llegado a fundirse, por lo que sólo desean a las mujeres que no aman e incluso degradan y por las que sostienen una gran inclinación amorosa y respetan, no las desean. Este es un trastorno por el que frecuentemente se acude a consulta y afecta a individuos de naturaleza intensamente libidinosa pero que en el acto sexual, sus órganos rehúsan a colaborar, es la denominada impotencia psíquica. Se observa cómo no es un problema exclusivo del aparato reproductor, sino que tienen que ver con cómo se relaciona el individuo en otras parcelas de su vida. Así, un hombre impotente indudablemente lo será también en otros aspectos en sus relaciones (trabajo, amistad...). Una mujer frígida en lo genital también le sucederá en otras esferas de su vida. De ahí frases como “estrecha de mente”, “no me entra en la mente”. Digamos que el sujeto se posiciona en esta postura ante todo lo que le rodea. Vemos claramente cómo todos los aspectos del ser humano están tocados por la palabra.   Las cuestiones infantiles no resueltas van a sobredeterminar las relaciones con los demás. Nos vamos a posicionar cada vez en el complejo de Edipo (esa relación primigenia) que se va a ir repitiendo a lo largo de la vida como modelo primordial de relación, marcando las pautas del presente. Así podemos ver problemas con la autoridad (por ejemplo personas que continuamente tienen problemas con sus jefes), problemas con la pareja, con la elección de la misma (por ejemplo, personas que eligen objeto amoroso únicamente en función de ese triángulo edípico, es decir, que ya estén en pareja con otra persona o búsqueda de parteners que conlleven a situaciones sádico-masoquistas...), en la amistad... Reprimir la investigación sexual infantil trae como consecuencias un pensamiento también reprimido en general (como vino sucediendo con la mujer durante siglos) y una manifestación en forma de síntomas. Al ocultarle lo sexual sólo se consigue privarle de la capacidad de dominar intelectualmente aquellas funciones para las cuales posee ya una preparación psíquica y una disposición somática. 
CASO DE SIGMUND FREUD SOBRE UNA NEUROSIS OBSESIVA
  “Una paciente de 30 años tenía un acto obsesivo por el que repetía una y otra vez esta secuencia: corría hacia una habitación, se ponía frente a una mesa, donde había una gran mancha roja, llamaba a la sirvienta de manera que se situara delante de esa mancha y le daba una orden cualquiera o a veces ninguna y luego la invitaba a salir. Después de nuevo corría a la habitación primera. Consultada sobre el sentido que tenía aquello, ella aseguraba no saber nada. Recordó en el transcurso del tratamiento un hecho ocurrido hacía más de 10 años atrás donde en su noche de bodas su marido, un hombre mucho mayor que ella e impotente, hizo varias tentativas para consumar el acto sexual, recorriendo desde su habitación a la de ella sin éxito. Por la mañana dijo “Es como para que uno tenga que avergonzarse frente a la criada cuando haga la cama” y volcó un frasco de tinta roja en las sábanas, pero no justamente en el sitio donde hubiera tenido derecho a exhibir para no poner en duda su virilidad. En este recuerdo se encuentra una parte de la acción obsesiva: correr de una habitación a otra. La paciente agrega que en el tapete del escritorio frente al cual ella se para hay una mancha. Entonces Freud interpreta la identificación de la mujer al marido, al hombre y la sustitución de la sábana por el tapete y de la cama por la mesa. Sustitución facilitada porque mesa y cama juntas simbolizan matrimonio. Ella fue repitiendo y 'perfeccionando' la escena para rectificar la penosa experiencia real (su noche de novios) y el sentido del acto obsesivo resultó que expresaba un deseo: el marido no tiene que avergonzarse ante nadie, pues no es impotente, de manera que hacía que la criada se situara en el lugar justo para que pudiera ver la mancha y ella se identificaba en este acto con el marido, que ya no tenía por qué avergonzarse, pues la mancha estaba en el sitio correcto. Como análogamente lo haría un sueño, figura este deseo como cumplido dentro de una acción presente, en el síntoma.”  En los adultos vemos cuán enrevesadas pueden llegar a ser las relaciones y los motivos por los cuales se instauran patologías diversas. Por ser sujetos psíquicos somos complejos y, en ocasiones, las lecturas de las situaciones no son reales, sino que están teñidas por la conciencia que por ser meramente perceptual, es ciega a lo que realmente acontece. Todo lo referente a la familia (padre, madre, hermanos, ideología familiar...) van a jugar un papel importantísimo en la elección de pareja y sus conflictos, siempre en correspondencia con algún aspecto inconsciente de esta relación primigenia, cada uno está tocado por ello. La sexualidad es un estado de equilibrio que guarda relación con el bienestar dentro de la pareja. Cualquier problema que produzca desacuerdos dentro de la pareja, directamente afectará a la vida sexual, nuevamente vemos cómo está tocado por la palabra. Conflictos que no se saben gestionar, porque en realidad ¿a quién están reprochando, con quién se discute? Vemos que con algún modelo familiar.   Cuando los afectos se ocultan, se viven en silencio, repercuten de manera que en el ámbito sexual aparecen síntomas (frigidez, impotencia por ese rencor y hostilidad inconscientes o venganza) o hay una ausencia de las relaciones. Las faltas de deseo nunca son verdaderas, los sujetos somos deseantes, entonces no se apaga el deseo, simplemente es desplazado en el síntoma sexual.  Hay hombres que son impotentes a la hora de amar o querer, con dificultad para establecer relaciones sentimentales duraderas, que denotan un apego infantil hacia la figura materna, con relaciones ambivalentes de amor odio hacia ella. Se refleja en un desprecio hacia la mujer, hacia la que sólo tienen interés sexual o búsqueda de comodidad. Suele ser la mujer la que lo abandona, comenzando un nuevo ciclo con otra mujer. Su líbido está fijada a esa relación edípica infantil con la madre, por lo que no pueden transferirla a otra mujer (siempre en un plano inconsciente).   Estos procesos y patogenias en las personas van a tener una lectura real, diferente individualizada porque cada caso es diferente, de la mano del psicoanálisis, por tener en cuenta lo que realmente acontece y está sobredeterminando, porque todos deseamos las mismas cosas, tan sólo nos diferenciamos en la diferente manera de renunciar, de poner en escena, de llevar adelante nuestros deseos.  En palabras de Sigmund Freud una persona sana es capaz de amar y trabajar , por lo que lo normal de la sexualidad está muy lejos de constituir una norma.  El sexo no cae, se puede deformar, transmutar, esconderse, disfrazarse pero el sexo no cae (Miguel Óscar Menassa)Laura López, psicóloga-psicoanalista

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