Si Hildegarda hubiera nacido tres siglos más tarde; si Hildegarda hubiera nacido hombre, a buen seguro estaríamos ante un destacado erudito renacentista. Pero Hildegarda vivió en el siglo XII y nació mujer. Es por esto por lo que quizás no sea una figura demasiado conocida. Buscando información sobre el misticismo en los siglos centrales de la Edad Media, me topé con la historia de esta mujer más que excepcional. Desde los muros de un convento y más allá de ellos, con el hábito de religiosa, Hildegarda ocupó su existencia en escribir sobre temas tan distintos como el cosmos, la medicina, la música o el amor místico de Dios.
Una vida predestinada al monacatoEl hecho de haber nacido la décima en el seno de una familia noble alemana le predestinó a una vida de encierro en un monasterio. Según las ideas medievales, debía ser entregada como diezmo para Dios por el simple hecho de haber nacido en ese puesto. De modo que a los catorce años entró en el monasterio de Disibodenberg. Con 38 ya era abadesa de su convento. Posteriormente fundaría dos centros religiosos más.
Una obra prolijaTres libros de carácter místico, una gran obra de conocimientos médicos, más de 300 cartas y 78 piezas musicales hacen de Hildegarda una mujer extraordinaria.
Su obra más conocida fue la primera que empezó a escribir, Scivias, que se podría traducir como Conoce los caminos. Es este libro recopiló sus experiencias místicas experimentadas desde niña. Unos episodios que vivió en sus plenas facultades, sin perder los sentidos ni entrar en estados de éxtasis. Scivias fue su obra clave porque recibió la total aprobación del mismísimo Papa y dio a Hildegarda una destacada fama incluso entre los más poderosos.
El Libro de observaciones sobre las propiedades naturales de las cosas creadas es un sorprendente compedio de conocimientos médicos. Además de describir características de animales, vegetales e incluso del funcionamiento del cuerpo humano, Hildegarda recogió las causas y los remedios de ciertas enfermedades.
Consejera de campesinos y reyesNo es de extrañar que la prolija producción intelectual de Hildegarda la llevaran a recibir peticiones de consejos y ayudas de simples campesinos hasta grandes personajes de su tiempo como el mismísimo Federico I Barbarroja. Mediante una extensa producción epistolar, pero también en persona, Hildegarda se dirigió a aquellos que querían recibir su sabiduría. Cuatro fueron los viajes de peregrinación que realizó, algo poco usual en una monja abadesa.
Una mística excepcionalHildegarda vivió 81 años, algo poco usual en aquellos duros tiempos medievales. Esta humilde abadesa nos demuestra que aun siendo mujer y teniendo que vivir una vida predeterminada por su familia, consiguió hacer de su existencia algo maravilloso. Una mente preclara, una determinación sin igual, hicieron que Hildegarda una mujer extraordinaria, un ser humano que exprimió su vida y nos dejó una de las obras más extensas, variadas e inigualables de la cultura medieval.