JMS Burson publica en su bolg unas reflexiones sobre la sociedad adolescente (“Somos el mundo, somos los niños” ) indicando por un lado el predominio de la juventud y su revalorización sobre el mundo adulto y, por otro, la realidad de que la sociedad, como ente, como ser, atraviesa aún una etapa de incertezas que recuerda a las de la adolescencia.
Evidentemente tenemos mucho que aprender y mucho que madurar individual y colectivamente, aunque eso no deba ser necesariamente malo o incompleto. Quizá que una sociedad en constante evolución y renovación tiene necesariamente que contener esas incertezas y todas las inconsistencias que experimentamos. Es posible que una sociedad completamente madura y estable se vea abocada a una biólogica decadencia. Y, en cambio y a pesar de las dificultades que aportan las crisis como en la adolescencia, sea beneficioso para que la sociedad progrese y con ella todos juntos.
A los elementos más jóvenes y, sobre todo, si pretendemos mantenernos cerca de ellos, debemos recordarles que muchas de las inconsistencias e incertidumbres que la sociedad aporta son parte necesaria del crecimiento. Y ello precisamente en una sociedad opulenta como la occidental en la que se está sobreprotegiendo a la juventud y dando mensajes de que todo se te da y sin esfuerzo.
Claro que hay muchos jóvenes con serios motivos de queja porque no lo tienen precisamente fácil: pobres, marginados, excluidos, con problemas de salud, sobre todo de salud mental, desadaptados a la escuela, etc. éstos son las víctimas de las inconsistencias del sistema, de la falta de madurez de una sociedad que, como también pasa con los adolescentes inmaduros, es más egoista y poco solidaria.
Tenemos trabajo.