Puesto porJCP on Nov 27, 2013 in Autores
Hablar de tercios, pudiera inducirnos a pensar en una simple regla aritmética, en la regla de composición artística tan valorada por pintores y fotógrafos. o incluso en los históricos y tristemente célebres Tercios de Flandes.
Pero si al hacerlo, le anteponemos el concepto de sociedad, a lo que entonces me estaré refiriendo será a otra de las grandes aportaciones neoliberales con las que Margareth Thatcher, “la Dama de Hierro”, ha marcado el paso de nuestros días.
Y digo así, porque la llamada “sociedad de los dos tercios”, es aquella sociedad en la cual el Sistema, para salvaguardar su propia existencia así como la de la precaria realidad económica y laboral de dos terceras partes de la población, se plantea como imprescindible llevar al ostracismo y abandonar a su suerte, al tercio restante, hundiéndolo en la miseria y la exclusión.
Una sociedad, la de los dos tercios, donde la fragmentación social gana terreno cada día, mientras los excluidos no pasarían, al menos de momento de ese tercio, barrera con la que el Sistema se aseguraría su pervivencia gracias al sostenimiento artificial de esas dos terceras partes de la población esclava satisfecha, cuya mayor tragedia radica en que desconoce que lo es.
Ello explica, por otra parte, la supresión acelerada de la mal llamada “clase media”, al tiempo que aumenta una represión legal sin precedentes (el siguiente paso será la policial), mientras las drogas sociales ejercen de adormideras y el conformismo de la indignidad se convierte en el mayor mal de nuestro tiempo.
Una sociedad darwinista, artificialmente competitiva y contraria al orden natural donde la cooperación es una de sus principales señas de identidad, donde el “sálvese quién pueda” y “el no me importa mientras a mí no me toque”, se han erigido en la carcoma de un Sistema tan corrupto como podrido.
Una teoría, la de la “sociedad de los dos tercios”, con la que el neo liberalismo imperante, cabalga a galope sobre una ciudadanía que parece haber perdido el rumbo y desconocer que, aunque los excluidos sean todavía sólo un tercio, terminarán, de hecho, siendo muchos más hasta formar parte de una nueva regla aritmética, los mismos cuyos rostros, aunque hoy aparenten sentirse satisfechos, indican que carecen de la alegría que el conformismo les ha robado y que sólo recuperarán cuando sean capaces de comprender que tendrán que reconquistarse a sí mismos para volver a sentirse dignos.
Antonio