Revista En Femenino

La soledad de las madres

Por Maternarte
Acabo de leer una entrada La madre que somos y la madre que queremos ser en el genial blog de Ileana "Tenemos tetas", y me conmovió profundamente, porque hay una carta de una madre desesperada que podría haber escrito cualquier mamá, y hay una respuesta que también podría haber escrito cualquier mamá en un momento tranquilo. También en sintonía la entrada Una Espina En El Pecho: Confesiones De Una Madre Múltiple. de otro blog que estoy conociendo recientemente. Porque solamente entre nosotras, las madres, nos entendemos. Y debo decir las madres actuales, con hijos chicos ahora, porque percibo que las mujeres que ya son grandes, más allá de que están en otro lugar, les cuesta entendernos, porque se han olvidado del trabajo que es...
Amamos con toda nuestra alma a nuestros hijos, pero no somos perfectas, y nos cansamos. Y además, la "función social" de la maternidad, como suelo decirle, no está valorizada. Entonces, con tanto progreso en tantas áreas, hay mitos que no cambian: la que es madre en realidad no se cansa; no se entiende muy bien de qué se queja; encima, pierde la paciencia, y hasta tiene la osadía de gritar; etc, etc, etc...
Se piensa que la madre se queda en la casa, se sienta a mirar novelas en la tele, o a leer revistas de moda, y que la casa se limpia sola, la ropa se lava sola, la comida se cocina sola, las compras se hacen solas, los impuestos se pagan solos, y el dinero viene solo a la casa, etc, etc, etc; los niños se quedan sentados, quietos, tranquilos y callados todo el día, nunca se golpean, nunca lloran, nunca se quejan, nunca te piden upa, nunca hacen berrinches,  nunca se pelean, nunca se aburren; y en este clima "perfecto", las madres viven tranquilas, nunca se cansan, por qué se enojarían, por qué gritarían, y por qué necesitarían compañía, sostén, apoyo?
Bueno...
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
Sociedad, padres, maridos, vecinas, abuelas, gente en general: NO. Las cosas no son lo que parecen, como suele suceder.
La casa si no se limpia constantemente (levantar juguetes o papelitos o lápices de colores, barrer las galletitas o manzanas o bananas que los chicos van dejando tirado por ahí, lavar el baño, levantar la ropa que niños y maridos dejan tirada por ahí, lavar los pisos, limpiar el polvo de los muebles, etc, etc, etc) es un asco; las compras, hay que salir a hacerlas, comprando en varios negocios diferentes; la ropa, se pone en el lavarropas, cuando está lista se cuelga para que se seque, cuando se seca, se levanta, se plancha, se organiza, se guarda; la comida hay que cocinarla (lo que puede llevar entre media hora o dos horas, según lo que hagas) mientras los chicos se pelean, te piden upa, se aburren, quieren jugar, y a veces hasta los bañás mientras la comida se va cocinando; se come como se puede, nunca sentada más de cinco minutos seguidos, porque los chicos lloran, se pelean, se levantan, no quieren comer, o no les gustó lo que hiciste (después de todo el tiempo que estuviste cocinando), luego, mientras los chicos se pelean, te piden upa, se aburren, quieren jugar, lavás los platos, las ollas, intentás dejar limpia la cocina; cuando los querés bañar, lloran, gritan y se enojan porque no quieren entrar, luego lloran, gritan y se enojan porque no quieren salir; y vos, te bañás cuando podés, si es que podés; y no vamos a hablar de ir al baño, que por más que te morís de ganas, también vas cuando podés, si es que podés, y si no buscás la estrategia de que sea como un juego,  y tu hijo entra con vos, mientras vos hacés lo tuyo sentada, él se trepa arriba tuyo, quiere upa o quiere jugar con el juguete que trajo... Y así, horas, tras horas, tras horas... y luego viene el marido (si es que viene alguno), sí, cansado de su trabajo, y quiere que tengas una sonrisa en tu rostro, que le hagas un té o un café (o mate, en Argentina), y te cuenta lo cansador que ha sido su día, y tenés que escucharlo, porque como vos estuviste en la casa no estás cansada (¿¿¿???), y vos, con tal de tener una conversación con un adulto (aparte de la del cajero de supermercado o el verdulero), lo escuchás... si es que tenés marido, sino seguís en la misma, sola, hasta que llega la noche (con el mismo ritmo que ha sido todo el día), todos se duermen... y a descansar, que el día siguiente será igual...
Sí, el amor de madre es lo más grande y sublime que podés experimentar, pero las madres somos humanas... y así como no todas las mujeres tenemos las tetas de las modelos de publicidades, ni su cuerpo, ni su sonrisa perfecta, tampoco las mujeres madres somos la mamá de las publicidades...
El oficio de ser madre es lo más mágico, milagroso y bendito que la vida nos puede regalar, pero no es una tarea sencilla. Requiere del apoyo y sostén de un marido (quien muchas veces desconoce esto) o de alguien cercano (aunque esto último, nunca será lo mismo), y de la comprensión y apoyo de la sociedad. Al fin y al cabo, criamos hijos para que sean personas de bien cuando ingresen a la sociedad. Las madres criamos, educamos, formamos, cuidamos, apoyamos, sostenemos, enseñamos, etc, durante muchos años hasta que ellos se independizan cuando son adultos y entregan todo lo que han recibido... esa es la cuestión. Por eso, más allá de lo caótico y duro de cada día, las madres damos lo mejor, aún en medio de nuestros errores y soledad...
Entonces, no critiquemos a las madres cuando dan lo mejor que pueden a pesar de las circunstancias, no las presionemos a que sean perfectas, para que luego se sientan culpables porque no pueden serlo. En lugar de criticar, apoyemos, sostengamos, acompañemos... no es por ella (la madre) aunque viene bien: si apoyamos, sostenemos, acompañamos a una madre en la crianza de su hijo, estamos haciéndolo por el bien de la sociedad.

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