Javier Cercas vuelve a la carga, esta vez con 'Las leyes de la frontera', una novela basada en la vida del Vaquilla. Quizá el protagonista, el Zarco, no sea el Vaquilla que todos conocemos, sino uno de tantos chavales que durante los años 70’s caminaron por el filo de la navaja de la delincuencia porque la vida, la suerte o el esquinazo que sufrieron por parte de la sociedad no les dejaron divisar otro camino. Hoy esa delincuencia juvenil sigue vigente, pese a 'la limpieza' de las ciudades para que puedan acoger Expos, Olimpíadas o Fórums con la cara limpia o a que los medios de comunicación no se hagan eco de ello.
'Las leyes de la frontera'
Javier Cercas
Editorial: Mondadori
La soledad acaba siendo una protagonista más de la historia, incluso de la ciudad donde ocurren los hechos, Gerona. En las primeras páginas, el inspector Cuenca, uno de los narradores, define cuatro sensaciones que despierta esta ciudad a muchos de los que llegamos para quedarnos, y cito textualmente: “Esa es la primera sensación que conservo de Gerona: la sensación de oscuridad; la segunda es la sensación de humedad; la tercera es la sensación de suciedad; la cuarta (y la más intensa) es la sensación de soledad: una sensación total y absoluta”.
No se puede negar que la soledad es una de las epidemias del mundo actual. Odiamos sentirnos solos, de ahí, según diferentes estudios hechos por psicólogos, psiquiatras y sociólogos, que necesitemos estar conectados a las redes sociales continuamente. La interacción con los demás se ha convertido en algo fundamental, aunque estén a kilómetros y kilómetros de distancia. No sabemos estar solos con nosotros mismos, por eso necesitamos la protección de los otros. Esto es lo que le pasa al Gafitas, un adolescente de clase media al que asedian unos compañeros de clase. Por ello, es capaz de vencer su miedo al Zarco y a su pandilla por tal de sentirse protegido. Hoy en día somos muchos los que vencemos ese miedo actualizando y agregando a miles de personas a nuestro Facebook o tuiteando todo lo que nos ocurre. Nos tenemos miedo. Somos nuestro peor matón de escuela.