No me lo tengáis en cuenta. Es verano, hace calor, las neuronas se atrofian, esas cosas. Es la época ideal, por tanto, para leer cosas así. Sin sentido y sin razón. Peor aún, es la época ideal para repetir en lecturas de este estilo. Indagar, ahondar, revolcarse en el lodo de la narrativa loca y las situaciones desquiciadas. Sin remordimiento alguno. Sin mirar atrás.
'La sombra de la noche', por Deborah Harkness. Segunda parte de 'El descubrimiento de las brujas', libro que leí hará un par de años y que, en un momento de lucidez, describí como "un Crepúsculo para treintañeras". Porque lo es, a ver si me entendéis. Todo libro en el que el prota sea un vampiro buenorro que no se desintegra a la luz del sol entra en la categoría 'crepuscular'. Pero si el vampiro es un maromo de metro noventa, morenazo y en sus forties, que dirían los brit, está claro el público objetivo al que se dirige. Hay que asumirlo, compañeras.
Bueno, pues vampiro buenorro, con mucho dinero, claro, que es lo que tiene la inmortalidad, que los plazos fijos te rentan de lo lindo. Con mucho mundo interior también, con sus tormentos, sus traumas, sus penas, sus por qué, por qué, oh, mundo cruel. Esas cosas normales. Pero claro, es lo que tiene controlar el universo universal y ser el consejero de... Bueno, me callo, no sea que en algún momento de debilidad os dé por leer este libro.
El vampiro buenorro que brilla a la luz del sol (sí, este también) se enamora pero mucho de una bruja. Sí, sí, de una bruja, que sabe que es bruja pero que, jo, tía, yo es que lucho contra mi destino, ¿sabes? Yo lo que quiero ser es historiadora y alquimista, lo de bruja, uf, está muy desfasado. Pero llega el vampiro que no es que se enamore de ella, no. Lo suyo va más allá, en plan amor eterno pero del eterno de verdad. Aparearse, lo llaman sin miramientos y mandando el romanticismo a tomar por saco en la traducción española, de la que, por cierto y visto lo visto, me declaro fan. Los vampiros, oigan, es que se aparean, y cuando se aparean ya puede venir el cometa Halley que de la apareada no los aparta ni la bomba atómica.
Porque claro, el vampiro buenorro que luce brilli-brilli (yo es que este detallito no lo perdono, como veis) es de los fieles y apasionaos. De como tú ninguna, lo nuestro es para siempre, etc, etc.
Pero, diréis y con razón, ¿de qué leches va el libro? Para aclararnos, diferenciemos entre el primero y el segundo. Con sus cosas, el primero de la saga es bastante aceptable. La cosa va de que en el mundo, sin que los tristes humanos nos demos cuenta, existen tres clases de criaturas: vampiros (todos buenorros), brujas (de varias clases a su vez) y daimones (no preguntéis, dos libros después aún no me he enterado bien de qué van estos). Tres clases de criaturas que, nadie sabe por qué, se encuentran, oh, en peligro de extinción. Pero ahí está nuestro vampiro buenorro number one para erigirse en científico (también) y estudiar el asunto. La clave parece ser que está en un libro que todo el mundo busca pero que, caprichoso él, sólo se le aparece a la bruja objeto de los desvelos del vampiro buenorro. Claro.
Aunque la historia es una locura sin sentido, este primer libro tiene un pase, ya os digo. Al menos comparado con el segundo en el que a la autora se le ha ido la olla de aquí a Kuala Lumpur ida y vuelta. Como creo que no os los vais a leer, procedo a destripar algo de la trama. Asunto fundamental: los viajes en el tiempo.
Sí. Para completar las aventuras del primer libro, y para darle algo de vidilla al segundo y llegar con cosas que contar en el tercero (sí, hay un tercero), la señora Harkness decidió seguir los dictados de George RR Martin y orear a los personajes. Pasearlos. Y como hablamos de un vampiro y de una bruja, qué menos que mandarlos unos siglos atrás. A que se distraigan.
Y, oye, se distrajeron. Y ni una queja. Porque yo digo mucho lo de 'oh, cómo mola la Edad Media', pero es verme allí, en ese mundo sin tuberías, sin agua potable, sin mi cepillo de dientes y me aferro mundo al siglo XXI. Pero con loas y alabanzas y besos al suelo (fregado previamente con lejía). Pero estos nada. Pero nada de nada. Ni una queja higiénica por, de repente, aparecer en la Europa del siglo XVI.
Amos, anda.
En fin, viajes en el tiempo aparte, me pregunto, ahora que lo he terminado, que si se ha avanzado algo en la trama con respecto al principio.... Y la respuesta es no. O sea, más de 600 páginas después, estamos como estábamos al final del primer libro. Más viajados, eso sí. Lo que viene siendo una estafa literaria de manual, a la que muchas hemos accedido encantadas de la vida vampiro buenorro mediante.
Me siento imbécil, oiga. No me dejéis leer más estas cosas, haced el favor, que tengo una reputación que mantener. Jopetas.