Revista Cultura y Ocio

La sombra del ciprés es alargada, Miguel Delibes

Publicado el 05 noviembre 2009 por Unlibroabierto

La muerte siempre está a nuestro acecho. Es algo inevitable. Vivir implica morir y es imposible intentar rebelarse contra ese dictamen. Cuando nacemos las reglas del juego nos son impuestas. Pero no es nuestra propia muerte la que puede llegar a perturbarnos, a atemorizarnos, sino más bien, el fallecimiento de las personas que tenemos más cerca, nuestra familia, nuestros amigos. El miedo a la muerte ajena.

La sombra del ciprés es alargada, premio Nadal de 1947 y con la que Miguel Delibes se hizo conocido, habla fundamentalmente de la muerte, ese manto negro que persigue a Pedro, el protagonista, desde su más tierna infancia hasta su madurez. El pequeño es abandonado por su tío en la residencia de una familia de Ávila, ciudad descrita amplia y detalladamente en el libro, donde el señor Mateo se hace cargo de su educación. La familia del señor Mateo es, en cierto sentido, algo inusual. En ese hogar se respira un aire pesimista y bajo ese ambiente crecerá el joven Pedro y un compañero de fatigas llamado Alfredo. Durante los paseos por la ciudad amurallada junto al señor Mateo, los dos jóvenes van asimilando las explicaciones de su tutor donde la importancia de su teoría radica en aspirar a poco y de ese modo perder también poco y no sufrir tan duramente los reveses de la vida. El miedo a la muerte de Alfredo será lo que hará plantearse seriamente a Pedro el sentido de la existencia. A su alrededor, en el día a día, contempla una frialdad propia del ser humano al olvidar, a las pocas semanas o meses, la muerte de sus parientes o amigos más próximos. Para Pedro, la vida no puede seguir igual, tras la sombra de la muerte ya nada es lo mismo.

Esta obra está cimentada sobre un suelo de cáliz filosófico y anegada por todas partes de un pesimismo que salpica incluso al lector. “Es una novela con fuerza que mete el frío en los huesos” decía Miguel Delibes en una entrevista. El escritor, a través de Pedro, transmite la idea de que para ser feliz hay que evitar toda relación con el mundo, todo afecto o toda emoción. La cuestión es asilarse lo suficiente como para no establecer relaciones personales con los demás, es decir, no mantener un contacto más allá de un relación esporádica con alguien. Por ello, Pedro se hace a la mar, yendo de puerto en puerto, errante, sin echar raíces en ningún sitio. Huye de Ávila, del recuerdo de Alfredo, huye de la amistad y del amor. Pero, en el fondo, eso es inconcebible, el amor, igual que la muerte, también aparece de repente. Es un sentimiento ajeno a nosotros.

En general, es una novela trágica, con un final triste, quizá demasiado triste, donde no hay lugar para la esperanza. La obra hace pensar y reflexionar al lector sobre el sentido de la vida y de la muerte. Tal vez uno acaba la novela con el rostro entristecido pero con la mente ardiente de actividad, porque también en ocasiones es importante reflexionar sobre estas cosas.



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