Revista Medio Ambiente

La sostenibilidad según Alva Suiras

Por Ne0bi0 @buenosviajeros
alva
Alva Sueiras

Conocí a Alva Sueiras gracias a este blog, que pretende siempre crear redes entre quienes nos preocupamos por hacer el turismo más sostenible. Hoy os la quiero presentar y compartir un texto que Alva escribió para responder a la pregunta, “Alva, y eso de la sostenibilidad, exactamente, ¿de qué va?”Alva ha ejercido durante años en puestos directivos del sector hotelero.

Se ha formado en Turismo Responsable, Ornitológico, Energías Renovables y Recuperación de Espacios Agrarios. Ahora intenta introducir aspectos medioambientales y sociales en aquellas universidades con programas en gestión hotelera, “misión ardua” según sus palabras pero no se rinde.

Os dejo su texto:

El turismo en su concepción, se nos presenta como una gran oportunidad de intercambio y enriquecimiento. Lastimosamente en muchos casos, el enfoque de la industria y del propio turista, se aleja de la prosperidad recíproca en un marco de respeto, tanto en lo socio-cultural como en lo medioambiental.

Un ejemplo muy ilustrativo de lo insostenible lo podemos encontrar en Venecia como destino turístico. El turismo masivo que recibe la ciudad ha provocado el crecimiento de comercios dedicados al souvenir, hoteles y restaurantes turísticos. Los propietarios de los inmuebles han subido los alquileres hasta el punto de que muchos de los pequeños comercios tradicionales se han visto obligados a cerrar el kiosco y un elevado porcentaje de la vecindad oriunda, a hacer el hatillo. Contaba una vecina del histórico centro de Venecia, que para comprar pan, tenía que caminar entre 15 y 20 minutos. Para colmo, el elevado tráfico marítimo de sus canales, provoca un oleaje que erosiona las fachadas y pilares de unos edificios cuya vida peligra. La identidad de un pueblo enturbiada a golpe de globalización consentida y un turismo no sostenido de masas.

 

Venecia es un claro ejemplo de una gestión turística deficiente y un enfoque pseudo monocultivista. Conocemos sobradamente los factores incontrolables que pueden detrimentar de forma mayúscula la afluencia turística: conflictos políticos y bélicos, terrorismo, desastres naturales y epidemias entre otros. Todos recordamos la psicosis aérea generada tras el 11S, el tsunami que arrasó el sudeste asiático en 2004, el brote de gripe A en México el pasado año, o la reciente suspensión del tráfico por aire, al erupcionar el volcán islandés Eyjafjalla. ¿Qué sería de la economía local de una localidad eminentemente turística si un giro en su historia vital le juega una mala pasada? Si de a poquito se van suprimiendo las fuentes de economía tradicional y dejamos que los ingresos de la comunidad provengan de un único sector, estaremos fragilizando sus pilares de subsistencia. Y aquí viene muy a cuento el consabido dicho popular que augura pan para hoy, y hambre para mañana.

Existen mecanismos para calibrar y regular la capacidad turística de un destino. Hablamos de un factor fundamental, el cálculo del número de visitantes que un destino puede recibir sin comprometer los recursos naturales del mismo. Una vez estimado, hay que regular el tránsito. El atractivo que suscitan los beneficios a corto plazo, ciegan la visión de futuro de muchos. Pasando por alto estas premisas tan básicas, estaremos sepultando la productividad  futura y continuada del destino, no únicamente en lo medioambiental y lo social, sino también y muy acentuadamente, en lo económico.

Regresando a aquello del souvenir y la restauración turística, hemos de ser conscientes del daño social y cultural que estandarizar o globalizar supone. Cada destino o comunidad tiene una identidad única en la cual reside su atractivo. En ese atractivo intervienen múltiples factores: medioambiental, arquitectónico, histórico, patrimonial, festivo, gastronómico, folklórico, artesanal y un largo etcétera de lindeces culturales e identitarias. Preservar y potenciar esos valores es básico para el mantenimiento del destino y su interés. Destruyendo los rasgos autóctonos estaremos destruyendo el propio destino y el interés inicial que podía suscitar. Recuperar un área degradada tanto en lo medioambiental como en lo arquitectónico, estético, social y cultural es un ejercicio tremendamente complicado y ante todo, innecesario. Utilizando políticas de desarrollo sostenible evitaremos el desgaste y deterioro medioambiental, económico y social.

Y es precisamente en el equilibrio de lo medioambiental, lo social y lo económico que reside el factor sostenible. Preservar, potenciar y fomentar los valores culturales, hacer partícipe a la comunidad en la toma de decisiones, fomentar y contribuir en el desarrollo y el consumo local, adaptar los proyectos turísticos al medio y no a la inversa, potenciar la involucración del turista en la comunidad, respetar las estructuras y la arquitectura popular, así como las tradiciones y costumbres locales. Al fin y al cabo se trata de adaptarnos al medio minimizando los impactos negativos y maximizando los positivos. Conciliar innovación con tradición sin agresión.

Sostenibilizar parte de lo corporativo y desemboca en lo operativo y no es otra cosa que operar de forma respetuosa y responsable con un amplio sentimiento comunitario, en un marco de cooperación y competencia. La creciente concienciación ciudadana en lo medioambiental y lo social  está transformando los patrones de consumo y hoy, más que nunca, la empresa está expuesta al escrutinio público. El cambio en los modelos de gestión es necesario no únicamente para mejorar en nuestros valores y prácticas, sino para sobrevivir en el mercado. Creo con toda honestidad que en un mañana cercano, las empresas que no adopten prácticas responsables, difícilmente sobrevivirán. Muchos se mostrarán incrédulos ante tales augurios; otros tantos reaccionaron del mismo modo cuando hace unas décadas, algunos pronosticaron que las compañías que no computerizasen sus operaciones, quedarían fuera del mercado. Hoy una empresa no informatizada es impensable.


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