Os invito a teclear el nombre de esta novela en google para descubrir que hay algo en lo que todos parecen ponerse de acuerdo. No es en la calidad de Pynchon, en su estilo único, en el hecho de que sea uno de los más importantes autores norteamericanos vivos. No, no es nada de eso. Es que nadie parece saber de qué va "La subasta del lote 49", lo cual pone en una postura ideal a todos aquellos que hablan de novelas sin haberlas leído: con esta podéis decir que no la comprendéis sin leer ni una página. Os basta con saber que la protagonista se llamaba Edipa Maas y que es nombrada albacea del testamento de uno de sus ex-amantes, que existe una antigua agencia de correos clandestina llamada Tristero y que el lote 49 parece albergar la clave del misterio.
Dice Harold Bloom que, para comprenderla, hay que leerla dos veces. Cierto es que entre mi primera lectura y esta última quizás haya pasado el suficiente tiempo para que caduque la máxima, pero yo vuelvo a sacar la misma conclusión: "La subasta del lote 49" se disfruta más cuanto menos intenciones hay de buscarle un sentido.
Y quien tenga ganas de seguir dándole vueltas, debería leer la reseña de El lamento de Portnoy.