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La surrealista historia de Sam Bartram

Publicado el 13 mayo 2020 por Trescuatrotres @tres4tres

Proteger, de eso va su trabajo. De proteger el marco. De mantener las redes impolutas evitando que sean manchadas por el balón. Esa es la única labor de un cancerbero. Al este de Londres cuando alguien menciona la palabra "portero" todos la asocian al nombre de Sam Bartram, la leyenda del Charlton Athletic.

En 623 ocasiones se enfundó la indumentaria del equipo de su vida prolongando su amor al club hasta que se retirara con 42 años. Sólo un club. El Charlton. Recuerdos de otro fútbol.

Sin embargo, Sam Bartram no pasó a la historia del deporte rey por su ejemplo de fidelidad, sino por la surrealista anécdota que protagonizó el 25 de diciembre de 1937. El día de Navidad.

Aquel día Londres amaneció con el inseparable elemento típico de aquella época: la niebla. En invierno, la quema de carbón se disparaba para mantener la calefacción de los hogares lo que ayudaba a que se diera este fenómeno que tan bien definieran en sus novelas escritores como Charles Dickens.

Pese a las pésimas condiciones de visibilidad y a la suspensión de varios partidos de la jornada liguera, miles de aficionados aprovecharon el día festivo para desplazarse a Stamford Bridge donde se disputaba el Chelsea - Charlton Athletic.

El encuentro llegó al descanso con empate a uno en el marcador y con serias dudas de proseguir ya que la niebla era cada vez más espesa. Se reinició sin embargo aunque a los pocos minutos el árbitro decidió poner punto y final a aquel sinsentido. Todo el mundo se marchó a casa, futbolistas y aficionados. Todo el mundo salvo una persona, Sam Bartram quien permaneció cumpliendo su deber de defender los palos.

Cada vez veía menos a los jugadores. Pensaba que dominábamos el encuentro sin embargo me parecía obvio que no habíamos hecho un gol, porque de ser así mis compañeros habrían vuelto a la defensa y yo habría visto a alguno de ellos. Tampoco escuché ninguna celebración de los aficionados."

Sam Bartram

Quince minutos más tarde apareció un policía al lado de Bartram para decirle que el estadio estaba completamente vacío. Al llegar al vestuario sus compañeros no pudieron sino reírse de él. Pero así era Sam Bartram, leal a unos colores e incapaz de abandonar al equipo de su vida.


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